Comenzaré por definirla como parte de una corriente filosófica crucial en la reorganización del mundo moderno: el existencialismo, puesto que está cargada de una intima critica a la existencia individual y colectiva a través de la angustia, el duelo, la melancolía, el llanto. Es una película en la cual los personajes constantemente se cuestionan sus condiciones humanas y su significado de la vida; lo que la hace permanente en el tiempo, es decir, pasa el tiempo y su contenido narrativo sigue tan presente como cuando fue hecha por allá en 1973.
En torno a la calidad de las imágenes, hay mucha belleza expresada en el manejo de la luz y la sombra, pero más que esto, en los primeros planos que están casi siempre en constante armonía con el guion. Por ejemplo, si la atención debe ser puesta en un solo personaje, el texto guion se conecta con la cámara para darle esa sensación existencialista que ya referí al inicio: el personaje interactúa con el espectador, te habla, se cuestiona y te hace cuestionarte.
Me atrae demasiado como Eustache aborda la libertad sexual y permite vislumbrar como una parte de la juventud francesa estaba determinando sus relaciones amorosas de manera abierta y sin ataduras de poseer al otro o a la otra simbólicamente. Además de esto, abre el panorama. Supongo que en los '70 ir a ver esta película era una vuelta de tuerca total para muchos jóvenes y adultos que vivían constantemente cuestionándose el cuerpo y la sexualidad, y por ende, también es un modelo que ejemplifica y enseña. En mi caso, debo confesar que esta película transformó de manera radical las visiones sobre las relaciones de pareja y la sexualidad femenina. ¿Quieres saber que significa ser una puta? vive esta película.