Una obra prima hermana del Ladrón de bicicletas de De Sica, neorrealismo pasado por el filtro de Buñuel, unas gotas de onirismo y una atmósfera enferma que le dan su sello propio. El pesimismo es absoluto, es áspera y de difícil digestión, no hay nada para esbozar una mísera sonrisa, es un drama cruel con sus protagonistas y seguramente su crueldad sea necesaria para su mensaje cale hondo y no caiga fácil en el olvido.
Para mi humilde gusto falta luz, algo de esperanza, un caramelo que suavice el conjunto, supongo que será cosa mía es evidente que Buñuel sabía de cine y así se lo reconoce la historia.
Este retrato de gente sin oportunidades en la vida es en Mejico pero podría ser en cualquier lugar, los olvidados están en todas partes.