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Voto de Don Hantonio Manué:
9
Thriller. Comedia. Drama Unión Soviética, 1984. El cansancio del régimen es palpable y el rigor de tiempos pasados empieza a relajarse. Falta sólo un año para que Gorbachov llegue al poder e inicie la Perestroika. En una ciudad de provincias, la hija de un importante miembro del partido desaparece tras acudir a una fiesta en un club. Nadie ha visto nada, no hay una sola pista ni un solo sospechoso al que acusar. Ese mismo día, en una casa aislada se comete un ... [+]
12 de enero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fábula demencial sobre los últimos estertores de la Unión Soviética en los años 80, que sin embargo está basada en un suceso real. Los secuestros y los asesinatos en misteriosas circunstancias son cosillas de nada en comparación con las barbaridades que se cometen con total impunidad en una decadente ciudad rusa de provincias. Como pieza de género, esto es un sórdido thriller coral, con personajes cruzándose azarosamente y con una violencia que alcanza directamente el surrealismo y el humor negro negrísimo, expuesta con un punto de artificiosidad y a a la vez con una contención ejemplar, sin virguerías.

Este Balabanov es un cineasta de la crueldad que pese a todo respeta cierto resquicio de humanidad en el absoluto monstruo que coloca en el centro de su relato, como el mismo demonio caminando sobre la tierra; un ser resentido y en el fondo muy solitario en el poder omnímodo que ejerce. La película es además un cuadro social y político de una realidad concreta. Lo que antaño fue una superpotencia ahora se aproxima a la extinción, diezmada por la guerra de Afganistán, que se lleva a unos jóvenes que vuelven a casa en cajas de pino mientras nuevas remesas parten hacia el matadero. En las calles y en las carreteras, en los interiores, se percibe la ruina y el desmoronamiento de las infraestructuras, la degradación del medio ambiente. Pero peor aún que esa ruina material es la crisis moral y espiritual de una nación que no va a ningún sitio y que ha dejado de creer en los ideales que la impulsaron en su día.

¿Es lo que vemos fruto de un sistema noble en su ideal pero corrompido... o no es sino la consecuencia lógica de esa falta de fe, producto puro (como el vodka) de la ideología materialista y atea soviética? El guion funciona a modo de rompecabezas fatal. La URSS son unas siglas en una camiseta, sólo quedan el autoritarismo policial y la ceguera judicial. La inercia de unos individuos que se mueven como marionetas todos ellos, desde los altos cargos del partido hasta el campesino más humilde, a veces por impulsos tan primarios, tan irracionales como la venganza. Las generaciones más recientes, hijas de una modernización imparable, serán los capitalistas y los oligarcas de un mañana en el que las cosas continuarán inmutables.

Tenemos por último en la película una dimensión más filosófica y próxima a aquello llamado el “alma rusa”, contraponiendo razón y fe. La primera, capaz de generar monstruos, la segunda, lo único a que aferrarse cuando lo demás falla. El alcohol, indispensable para soportar semejante panorama. Una imagen-metáfora, comparable a un retablo del horror; la flor de la vida encadenada a un cadáver putrefacto. Oscuras deudas pendientes del pasado, la utopía imposible del hombre ignorante, pero ilustrado a su manera. Mano de obra barata, esclavitud moderna de la que disponer, mujeres sufridoras y silenciosas, una vieja idiotizada por la televisión… y en medio, el profesor; miembro de una clase acomodada y culpable, con demasiado que perder mientras contempla impotente los acontecimientos.
Don Hantonio Manué
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