Los critters retornan a los largometrajes, tras 27 años de ausencia, con un subproducto de serie Z que deja mucho que desear. Realización ramplona, con textura de fan-movie, a la que no ayudan una interpretaciones mediocres, un casting desacertado y una escuálida producción, en la que apenas hay figurantes. Y eso en una ciudad o en un campus universitario, resulta doloroso a la vista. Tampoco ayuda haberlo rodado en Sudáfrica, con lo que la ambientación de exteriores está muy limitada.

A nivel de guión, añaden un nuevo giro a la sociedad critter, aproximándola más al Universo Gremlin. Como productores ejecutivos aparecen los creadores de la saga clásica, así que es de suponer que cuenta con su beneplácito. Retomarán algunas de sus señales de identidad, como esa bola inmensa y devoradora formada por critters rodando por las calles y que vimos en su segunda entrega. Se agradece el uso de animatrónicos para encarnar a estos critters.

Tendremos a Dee Wallace de retorno, aunque en otro papel que no se explica en demasía.

Con todo, es un filme barato y mediocre pero mejor que los de "The Asylum", aunque hubiese sido preferible un retorno más triunfal y con más medios.