Descubrí "Crematorio" hace unos años de casualidad, como parte de la programación de las horas más intempestivas de uno de los canales de la tele "normal" (la que no requiere pagos ni suscripciones) y me sorprendió una serie española con un tono tan serio (en el buen sentido de la palabra) sobre temas (la corrupción, la mafia, los pelotazos urbanísticos) que por aquel entonces estaban a todas horas en los informativos pero no en la ficción que se hacía aquí. Y más me sorprendió que la maltratasen con aquellos horarios imposibles que solo nos vienen bien a los golfos impenitentes y a los insomnes patológicos. Me gustó tanto que en cuanto pude me leí la novela en la que se basa, del mismo título, obra de Rafael Chirbes. Hace poco la volví a ver, y no solo confirmé mi buena impresión de la primera vez, sino que también constaté que no le envidia nada a las muchas series de género negro y similares que las plataformas digitales han producido en los últimos tiempos.

Yendo al meollo del tema, "Crematorio" narra el auge y la caída de un empresario valenciano del ladrillo, desgranando de paso las corruptelas que trama con políticos, banqueros, mafiosos y constructores, y sus complicadas relaciones con su entorno más cercano (familiares, amigos, socios, empleados). La novela en la que se basa cuenta la misma historia, pero dejando de lado la trama propiamente dicha para centrarse en otros aspectos más literarios (análisis de la psicología de los personajes, uso de diferentes recursos lingüísticos para evocar los demonios de los protagonistas, etc.), lo que la hacía a priori bastante difícil de llevar a la pantalla con éxito.

Uno de los aciertos de la adaptación está en haber cambiado el tono de la narración para darle más vidilla sin perder el espíritu del original: "Crematorio" es ágil, es entretenida y utiliza los giros de guión, la intriga y una estructura que combina flashbacks y narración lineal sin embarullar al espectador, pero es profunda en el retrato de los protagonistas principales, es cortante en su descripción de un ambiente de corrupción generalizada, y es impecablemente lógica en su desarrollo. Tiene más de drama que de thriller al uso, pero tiene nervio y ritmo más que suficientes. Los diálogos son muy buenos (ya lo eran en la novela), la ambientación y la puesta en escena son impecables, la fotografía es magnífica (sobre todo tratándose de una serie española), y en general está muy bien hecha.

Un aspecto sobre el que hay que detenerse impepinablemente cuando se habla de esta serie, dejando aparte todo lo anterior, es la descomunal interpretación de Pepe Sancho, probablemente la mejor de su carrera, dando vida en todo el sentido de la palabra a un villano con multitud de matices, un personaje capaz de compararse sin rubor con los grandes personajes de las series norteamericanas, británicas o italianas de los últimos años. De hecho la interpretación de Pepe Sancho es tan brillante que hace palidecer en comparación el trabajo más que digno de gente tan solvente como Vicente Romero o Manuel Morón, y se come con patatas a dos actrices que aquí lo dan todo para regalar interpretaciones sorprendentemente buenas (Juana Acosta y Alicia Borrachero). Quizás el único que le aguanta el tipo es un gélido Vlad Ivanov que clava al mafioso ruso hasta el punto de meter un poco de miedo y todo.

¿Defectos? Por supuesto. Algunos intérpretes secundarios están bastante flojos. Algunos personajes secundarios son algo esquemáticos. La música no pega ni con cola (especialmente chirriante es el tema de cabecera interpretado por un Loquillo en horas muy bajas). Pero no son fallos graves.

Una de las mejores series españolas de siempre.