He visto pocas muestras de la filmografía de Lars von Trier, aunque conozco a groso modo el resto de su obra que aún no he visto. A pesar de todo, puedo decir prematuramente pero con bastante seguridad, que “Europa” es su mejor película. Afirmación esta, con la que seguro que no estarán de acuerdo sus seguidores más acérrimos.

“Europa” tiene algo que les falta a muchas películas, especialmente en los últimos tiempos, y ese algo es el alma. Una película, lejos de intenciones palomiteras, necesita tener alma propia, ese algo que consigue transmitir una emoción, al igual que pasa con una pintura, una canción, una escultura o un poema. Por algo se llama “séptimo arte”, por la capacidad de poseer alma propia y ser capaz de transmitir un mensaje a otra alma receptora. Esto se encuentra en “Europa”, donde se muestra un resumen del viejo continente de la post-guerra representado en el mismo tren, con sus clases sociales, sus tabúes, sus rencores, sus venganzas. La imposibilidad del revisor a permanecer ajeno a toda esa atmósfera opresiva, constituida por secretos y apariencias, cada uno con sus propios fines, para los cuales están bien justificados los medios.

Técnicamente impecable en dirección, actuaciones, y por encima de todo, una fotografía sobresaliente en blanco y negro con algunos elementos o escenas en color, según mi criterio, para hacer énfasis en los momentos en los que se muestran sentimientos verdaderos, lejos del silencio que oculta los pensamientos, reinante en ese ambiente claustrofóbico, así como la sangre, en determinada escena, por donde se evacúa toda la rabia, todo el miedo, todo el dolor que permanece oculto tras la máscara que todos los personajes llevan puesta en su día a día.

Imprescindible, aunque casi reservada a cinéfilos.