Pixels era, ya desde su origen, una película que lo tenía difícil. Que la produzca/protagonice Sandler ya es un problema. El pobre hombre le resulta antipático a casi todos los que no nacimos en USA ni le hemos encontrado nunca la gracia que desternilla a sus compatriotas.

Después estaba el director, Chris Columbus, uno de esos honrados funcionarios de Hollywood que dirigen lo que les manden con la misma pasión con que fregarían los platos.

Y finalmente, el tema. Hacer un homenaje a los videojuegos de hace treinta años. Peligroso si tenemos en cuenta que la mayor parte de los espectadores no lo han vivido directamente. Para los más jóvenes Pac-man o Donkey Kong son referencias difusas de la cultura pop. Otros como Centepide, ni siquiera eso. Y muchos de los que sí lo vivimos en directo no ven este tipo de películas...

Sandler, Columbus, Videojuegos de las recreativas... Tenía tantos números para estrellarse que, aún no siendo una buena película, consigue pasar el corte. Sandler hace de Sandler (eso ya lo sabíamos), Columbus cobra y se va y los videojuegos, sin embargo, reflotan la película. Su imbricación en la historia está bastante lograda y no chirría. En muchos aspectos incluso se consigue capturar el espíritu de aquellas arcaicas aproximaciones al entretenimiento digital. Y algo, no mucho, de la nostalgia que los que los jugamos sentimos.

Por supuesto, hay muchos problemas en la película, además de Sandler (que es un problema en si mismo): Por ejemplo, no se sabe a quien se dirige (¿jóvenes, adultos, frikis, familias,...?). Es además una de las películas más localistas y menos globales que ha producido Hollywood en mucho tiempo, de modo que hay montones de gags que a este lado del charco no nos hacen gracia o simplemente no entendemos.

Pero es mejor de lo que esperaba. Y sale Tyron Lannister, lo que a todos los que no jugaron nunca a las recreativas pero si han visto Game of Thrones les puede servir de enganche.

Postdata: Cinco duros. Cada partida costaba cinco duros, veinticinco pesetas. Es que veo que la mayoría de los que escriben por aquí ni siquiera lo saben. Ay juventud, divino tesoro...