De entrada nadie debería ir engañado a ver Centurión. Desde luego no es Gladiator, ni siquiera La Última Legión, estamos en crisis y los cuartos no sobran, así que las legiones se hacen con quince amigos, las guarniciones romanas con tres palos y los terribles pictos son los mismos quince que hacían de romanos pero con tres pieles compradas en los chinos...

Vale, nadie va a ver cine histórico ni espera ver Ben-Hur versión 2010, pero aunque no tengas dinero puede hacerse una peliculita serie B digna, una de aventurillas en el bosque, con persecuciones, espadas, flechas y toda esa entretenida parafernalia. Pero Marshall tira por el camino del medio, intenta algo extraño, a medio camino entre la superproducción cutre, la película de aventuras y el drama (esas impagables reflexiones del protagonista que harían avergonzarse a un escolar). Ni siquiera el recurso fácil a las amputaciones y la sangre ayudan. Desde Salvar al soldado Ryan sabemos que la gente sangra, tiene visceras y tiende a romperse fácilmente.

La seri B se merece a directores que la tomen más en serio y se apliquen a su oficio con más profesionalidad