Esto es Luc Besson, 100%, directo a vena y sin cortar. No hay edulcorantes, no hay añadidos ni concesiones. Un despliegue incontrolado de pirotecnia visual, una historia fuera del control, la mesura y el para todos los públicos que representa el 99% del cine de entretenimiento actual, prefabricado, recalentado y servido por Hollywood.

Esto no quiere decir que sea cine de gran calidad. Ni siquiera cine que te vaya a gustar. Es Besson en su salsa, puliéndose dólares (o en este caso euros) en un desparrame de imaginería y chaladura. Son imágenes que se van acumulando, historias desquiciadas que se desarrollan ante el espectador con esa naturalidad que da el no tener vergüenza ni miedo al qué dirán.

Al entretenido desfase que fue El Quinto Elemento le quitas humor y parodia, le sumas la descacharrante narrativa de Lucy y, como siempre en Besson, todo lo que puedas vampirizar/copiar/robar de otras películas y te sale Valerian. Un cuento para adultos, un desfase de millones enterrados en CGI y ahorrados en guionistas.

Ya sólo esa escena inicial donde vemos la forma en que la estación espacial/ciudad de las estrellas va creciendo y recibiendo a visitantes cada vez más lejanos con el fondo musical de David Bowie ya merece la pena. Es una introducción que nunca vas a ver en el típico blockbuster americano, a menos que sea una peli de bajo presupuesto.

Y Dane DeHaan y Cara Delevigne que, no siendo precisamente los mejores actores del mundo, se ajustan a la historia como si fuesen un par de guantes.

Y cameos por doquier, y guiños a decenas de películas y series y desfase por todos los lados.

Era evidente que Besson se la iba a pegar. Ha ido demasiado lejos, se ha pulido demasiado dinero y ha parido una película demasiado barroca como para que Hollywood lo permita (afuera hace frío, decía Alfonso Guerra) y el espectador medio de hoy en día lo aprecie, acostumbrado al fast-food blockbuster habitual.

Yo, por mi parte, esperaré por el próximo desbarre de Besson como por agua en el desierto. Si es que le dejan volver a hacerlo, claro...