Finalmente, tras haberse reído públicamente de los cánones establecidos en ese tipo de concursos de belleza, la familia se marchó feliz y más unida que nunca. Sonreían y se daban palmaditas en la espalda, orgullosos de su actuación. En aquel momento, camino de vuelta a su hogar dulce hogar, veían todo de color de rosa… pero al llegar a casa se dieron cuenta de un par de detalles:

- La niña seguía siendo una pequeña repelente que había perdido el concurso de su vida, y no estaba del todo segura de haber aprendido alguna lección importante a cambio.
- El hijo, aun habiendo roto su voto de mutismo, seguía siendo daltónico y nunca podría cumplir su sueño de ser piloto de cazas supersónicos.
- El tío gay segúia siendo un tipo depresivo con tendencias suicidas, además de estar ninguneado, tanto en el trabajo como en el amor.
- El padre de familia seguía siendo un fracasado sin ingresos (y reparar el embrague de la furgoneta no le iba a salir barato, ojo).
- La madre de familia seguía siendo siendo un cero a la izquierda para todos los demás.
- Y el abuelo seguía estando muerto por sobredosis.

Ironías de la vida, ¿no?

Pero bueno...

“Always look ooon the briiight side of life…
Tití, tití tití tití…”