O Las Crónicas de Alicia, como más os guste.

A estas alturas ya todo el mundo tiene claro que Burton vilipendió, mancilló, ultrajó, deshonró, profanó (y la lista de sinónimos es eterna) la esencia de la obra original de Lewis Carroll. Pero lo gracioso es que ese no es el verdadero problema.

Burton quiso hacer una especie de cuento épico similar a Las Crónicas de Narnia, pero teniendo como base el universo fantástico y psicotrópico de Alicia en el País de las Maravillas. Todo ello siendo fiel al estilo Burtoniano que lo caracteriza a día de hoy (que es ser básicamente empalagoso). El resultado podría haber sido bueno si se hubiese procedido de forma consecuente, pero no es el caso. El problema de Burton es que en ningún momento del metraje tiene claro lo que pretende contar, y al no saber mezclar churras con merinas finalmente ambas pretensiones se quedan a medio camino: La película fracasa como secuela-homenaje y fracasa como cuento de aventuras épico-fantastico.

El resultado: una película caótica, irregular, forzada en muchos aspectos y muy insustancial, además de previsible, de la que únicamente se salva el apartado visual (lo cual tampoco tiene mucho mérito si tenemos en cuenta la base de la que se partía). Y como apreciación personal añadiré que además es aburrida, y que incluso llega a cabrear, siendo su media hora final un cúmulo de despropósitos que causa más vergüenza ajena que otra cosa (al spoileadero va el asunto).

Podría haber sido una gran película, pero no. Porque si Eduardo Manostijeras fuma porros, y los guionistas también, entonces poca cosa se puede hacer. Y menos mal que ésta no la vi en 3D, que si no el cabreo sería monumental.