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Voto de Cautivo del mal:
6
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Ciencia ficción. Drama
Augustine (George Clooney) es un solitario científico que se encuentra en el Ártico, y que trata de contactar con una nave espacial que intenta regresar a la Tierra. Augustine quiere impedir que Sully (Felicity Jones) y sus compañeros astronautas regresen a su hogar, donde se ha producido una misteriosa catástrofe global.
5 de enero de 2021
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se veía venir.
En la trayectoria de todo actor que se precie siempre terminamos topándonos con su proyecto más crepuscular. Se trata de uno de esos trabajos donde éste decide alejarse definitivamente del rol asignado hasta ese momento en la industria de los sueños. En Hollywood, el paso de los años se lleva mal con la eterna juventud, aquella que deberían encarnar siempre las estrellas.
Llega un momento en el cual, un actor o actriz debe iniciar una nueva etapa.
Además, si eres director, este paso se hace más llevadero. Así ocurrió con Eastwood y su “Sin perdón” (1992) o Costner y su “Open Range” (2003). El western siempre ha sido terreno abonado para personajes crepusculares. Y algo de ese tono, bajo los largos y fríos atardeceres polares, se deja traslucir en el rostro y en el personaje que interpreta con cadencia, melancolía y gravedad el bueno de Clooney en “Cielo de medianoche”. También se le ve bastante decrépito, soportando el peso de la edad y de cierta enfermedad
Aún así, “Cielo de medianoche” es una película con espíritu aventurero y familiar, donde la supervivencia hace las veces de motor. Por desgracia, es también un film que dilata el elemento emotivo y conmovedor, reservándolo para los últimos minutos. De esta forma, ese instante dramático impacta en el espectador como lo haría un enorme meteorito en el planeta Tierra justo al final del Cretácico.
En la trayectoria de todo actor que se precie siempre terminamos topándonos con su proyecto más crepuscular. Se trata de uno de esos trabajos donde éste decide alejarse definitivamente del rol asignado hasta ese momento en la industria de los sueños. En Hollywood, el paso de los años se lleva mal con la eterna juventud, aquella que deberían encarnar siempre las estrellas.
Llega un momento en el cual, un actor o actriz debe iniciar una nueva etapa.
Además, si eres director, este paso se hace más llevadero. Así ocurrió con Eastwood y su “Sin perdón” (1992) o Costner y su “Open Range” (2003). El western siempre ha sido terreno abonado para personajes crepusculares. Y algo de ese tono, bajo los largos y fríos atardeceres polares, se deja traslucir en el rostro y en el personaje que interpreta con cadencia, melancolía y gravedad el bueno de Clooney en “Cielo de medianoche”. También se le ve bastante decrépito, soportando el peso de la edad y de cierta enfermedad
Aún así, “Cielo de medianoche” es una película con espíritu aventurero y familiar, donde la supervivencia hace las veces de motor. Por desgracia, es también un film que dilata el elemento emotivo y conmovedor, reservándolo para los últimos minutos. De esta forma, ese instante dramático impacta en el espectador como lo haría un enorme meteorito en el planeta Tierra justo al final del Cretácico.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Y no, no es spoiler.
Sin embargo, uno tiene la sensación de que algo se le ha escapado a Clooney cuando esa resolución parece impedirle ir más allá, pues surgen ya los títulos de crédito. Y es una pena porque hay cuestiones morales, sentimentales y humanas que podrían haber tenido un desarrollo con más chicha (es decir, más reflexivo) si se hubiera apostado por otro tipo de arquitectura narrativa. Por ejemplo la cuestión de la ‘incomunicación’ entre los seres humanos, muy presente en “Cielo de medianoche”. No se trata de pedirle al de Kentucky que actualice dicho concepto tomando como base el cine de Antonioni y lo reformule hasta el actual término de ‘desconexión’.
No, no se trata de eso, claro.
Pero lo cierto es que los 105 minutos anteriores al desenlace son algo repetitivos en el contenido afectivo, no aportan un contexto real de la situación en la que se encuentran inmersos sus personajes, o el mundo post-apocalíptico que les rodea. De esta forma, no se desvela nada y, sobre todo, el guion se esfuerza por esparcir metódicamente ciertas escenas de acción y tensión como contrapeso a esa quietud que se dilata y dilata, escena tras escena, hasta llegar al suspiro final del metraje. Hay efectos especiales, claro. No en balde, la factura del filme es tan alta y sobresaliente como su presupuesto: rondando los 100 millones de dólares.
Eso sí, el final... ese final... te rompe el corazón.
https://cautivodelmal.wordpress.com/
Sin embargo, uno tiene la sensación de que algo se le ha escapado a Clooney cuando esa resolución parece impedirle ir más allá, pues surgen ya los títulos de crédito. Y es una pena porque hay cuestiones morales, sentimentales y humanas que podrían haber tenido un desarrollo con más chicha (es decir, más reflexivo) si se hubiera apostado por otro tipo de arquitectura narrativa. Por ejemplo la cuestión de la ‘incomunicación’ entre los seres humanos, muy presente en “Cielo de medianoche”. No se trata de pedirle al de Kentucky que actualice dicho concepto tomando como base el cine de Antonioni y lo reformule hasta el actual término de ‘desconexión’.
No, no se trata de eso, claro.
Pero lo cierto es que los 105 minutos anteriores al desenlace son algo repetitivos en el contenido afectivo, no aportan un contexto real de la situación en la que se encuentran inmersos sus personajes, o el mundo post-apocalíptico que les rodea. De esta forma, no se desvela nada y, sobre todo, el guion se esfuerza por esparcir metódicamente ciertas escenas de acción y tensión como contrapeso a esa quietud que se dilata y dilata, escena tras escena, hasta llegar al suspiro final del metraje. Hay efectos especiales, claro. No en balde, la factura del filme es tan alta y sobresaliente como su presupuesto: rondando los 100 millones de dólares.
Eso sí, el final... ese final... te rompe el corazón.
https://cautivodelmal.wordpress.com/