Que conste que cuando supe que me llevaban a ver una película de la misma directora que Crepúsculo, se me deshicieon los estómagos. Pero aun así, y por amor, decidí que había que arriesgarse.

Y, a ver, la verdad es que no lo pase nada mal. Partiendo del hecho de que me esperaba un truño como un puño, el hecho de que parte de la trama (la mayor parte afortunadamente), desarrollase una pseudo trama de misterio, ya me pareció interesante. Lo malo, es que a esta caperucita aventurera le acompaña otra bastante más aburrida. Y es que el resto de la historia se rellenaba con un pastiche de amor adolescente bastante malillo e infumable en el que la protagonista se debate entre el corazón de dos jovenzuelos: uno lechosito y otro más moreno. ¿Les suena? Luego diremos que los directores no se encasillan.

Con todo, el guión es sólo entretenido (que no es poco), desarticulando en parte el cuento clásico de Caperucita Roja para mayor gloria de una historia tramposa en algunos puntos pero que te tiene atrapado mientras intentas descubrir quién es el dichoso lobo. Yo tuve la suerte de no esperármelo al final. Supongo que quien lo haya adivinado a los cinco minutos no disfrutará tanto del visionado del film.

Entre los actores sólo destaca el maravilloso Gary Oldman, en uno de esos papeles de malo que tan bien sabe interpretar y que en este caso se ve a la legua que construye con el piloto automático puesto. Aun así, a mí es que este tío me gusta hasta cuando hace de árbol o de voz en off. Los demás, pues mejor no pregunten y así no tendré que contestarles. Pasables al menos.

Finalmente, buena ambientación (el pueblo está muy logrado), cámaras lentas y edulcoradas sin fin y un final que hace honor al cuento y algo más. Eso sí, chicos, mejor veanlá con sus parejas si no quieren salir tarifando. No en vano, ellas nos ayudan a ver romanticismo donde nosotros sólo vemos, a menudo, cursilería.