En "Cómo entrenar a tu dragón", Dreamworks definió cómo debía ser el cine de aventuras 'del futuro' dentro del medio animado. En su ADN se encontraba algo puro y era una narrativa clásica, que remitía a los clásicos al tiempo que buscaba su propio camino, terminando por ser una de las mejores producciones del estudio, con un aliento épico que parecía perdido tras sus ambiciosos arranques en cintas como "El príncipe de Egipto". El éxito del film motivó una serie de productos alternativos (spin-offs, cortometrajes, varias series de televisión) y han sido cuatro años los que hemos tenido que esperar para ponerle los ojos encima a su continuación real en la pantalla grande. ¿Ha merecido la pena? Decididamente sí, porque aunque estamos ante un film más irregular que el original en términos globales, supera con mucho al modelo de 2010 en el poder de su imaginería y su alcance en lo referente al más básico de los fundamentos del cine: el poder de la imagen como motor de narración.

Dean DeBlois dirige ahora en solitario una película con una flaqueza fácil de detectar, que es básicamente contar una historia algo esquemática, que abre dos vías y las resuelve de la forma más fácil posible, con algunos giros que -de forzados- tienen el efecto contrario al deseado. En este aspecto el film original era mucho más robusto, con un desarrollo de personajes perfilado paso por paso, sin trompicones. algo que aquí se echa en falta sobre todo en cierto personaje femenino y clave para la trama. La construcción del villano tampoco es particularmente inspirada (recuerda, de hecho, al de "Epic" de Chris Wedge), pero cumple su función al menos a un nivel puramente funcional. ¿Qué ganamos, pues, al perder riqueza en la narración? Todo el aspecto visual de la película. Dreamworks es un estudio que se dedica a lanzar tres películas por año y de las cuales una sale bien, y las otras regular o mal. Con "Cómo entrenar a tu dragón 2" ponen toda la carne en el asador y la cosa queda muy lejos de la simple correción o la realización bajo mínimos de "Turbo", por citar una de las menores; hay un verdadero vuelo artístico.

Con la aportación esencial de Roger Deakins (director de fotografía de "Skyfall", "Valor de ley"; y en animación, consultor visual de "Rango"), DeBlois y su equipo consiguen transmitir a través de la imagen todo aquello que el texto se calla: desde la caracterización de los personajes, su gestualidad y su 'acting' en global, hasta la dimensión de los escenarios, el nivel de detalle enfermizo puesto en cada detalle (fijáos en la ropa de los personajes, por ejemplo; o cómo se construyen los cabellos); esto no se queda en un nivel tecnológico sino que se aplica al propio corazón de la película con total naturalidad. La lectura ecológica del film recuerda de hecho a los trabajos de Hayao Miyazaki, una referencia que ya se intuía en el film original y que aquí se potencia con ese personaje clave del que no voy a dar ningún detalle, aunque sale (en mi opinión, de forma errónea) en todos los tráilers. Esa libertad a la hora de filmar las escenas aéreas, transmitiendo absoluto gozo apoyándose en una partitura extraordinaria de John Powell, remite sin remedio a la dupla Miyazaki-Hisaishi en los films de Ghibli. No es la única referencia a otros trabajos animados, pero en general seguir buscando detalles es absurdo cuando la película funciona como entidad única de forma tan efectiva. Una secuela notable, espectacular, que merece verse en la pantalla más grande posible. Si le perdonáis que a nivel narrativo sea un pelín más descuidada que la original, disfrutaréis de todo lo demás que os puede ofrecer; que no es poco.