A sus 80 años, Clint Eastwood parece obsesionado con la muerte, con crear una obra mayor por la que ser definitivamente consagrado (como si hiciese realmente falta) como uno de los grandes realizadores de la historia del cine. Su “Gran Torino” supuso su defunción en calidad de actor, “The Changeling” era un fantástico trabajo sobre la pérdida e “Invictus” se sentía como una buena, pero insuficiente, película de transición hacia algo más gordo. “Hereafter” era ese algo, una producción extraña para Clint (película de género que gira en torno a varias personas que han tenido contacto directo con la muerte) y que no sorprendería a nadie de haber venido firmada por uno de los grandes narradores del género, M. Night Shyamalan. No deja de ser irónico que la floja “Airbender. El último guerrero” de este último parezca muerta y “Hereafter” respire vida. Aunque también digno de estudio sería que el cine de Shyamalan haya quedado tan enterrado en su propio ego que sólo cuando su talento escapa de su prisión es capaz de dar lugar a cine estimable. El mejor ejemplo es la nostálgica y modesta “Devil”.

Pero esto es una crítica de “Hereafter” y aunque parezca mentira la ha dirigido Clint Eastwood. Y parece una coña porque los primeros diez minutos, en sí mismos, son puro deleite para los sentidos, una secuencia que deja en pañales a todo el cine de catástrofes realizado desde la notable y subvalorada “War of the Worlds” (Spielberg). Este bloque sirve para contarnos a modo de prólogo una de las tres historias en las que se desgrana “Hereafter”, que como suele pasar en las películas corales poco a poco irán acercándose una a otra hasta hacer que sus personajes se crucen. Eastwood, como Fincher en la sobresaliente “The Curious Case of Benjamin Button”, decide ambientar su historia en un contexto real (tsunami, el atentado de Londres) para ganar cierta identificación con sus personajes: una reportera de TV francesa, un hombre capaz de contactar con el más allá y un niño que debe lidiar con la pérdida de su hermano mayor. El cómo se desarrollan sus vidas es el punto de partida, nudo y desenlace de “Hereafter”.

Irregular pero estimable, estamos ante una película cercana, realizada con la habitual profesionalidad de Eastwood, que por momentos pierde fuerza pero que tampoco llega a transmitir la sensación de que pierdes el tiempo. Sus pegas más grandes: abusar de la música para manipular al espectador y un final correcto, coherente con el tono del film, pero inevitablemente abrupto. Y es que a pesar de que en el fondo “Hereafter” resuene como un trabajo menor, es evidentemente estimable y tiene ese raro don que poseía el buen Shyamalan: aunque su historia se cocine a fuego lento, consigue que nunca tengas que mirar el reloj, envolviéndote a través de la potencia de sus imágenes. No es memorable, pero merece la pena.