Esta es una película de bajo coste de las que llenan las arcas y no entiendo el motivo o la razón del porqué. Llegó a recaudar la friolera de doscientos millones con un exiguo presupuesto que no daría para pagar ni al actor humorista Bill Murray, en un film que relata la simpatía de un famoso actor con Charlotte, una hermosa Scarlett Johansson que luce muy bien en su papel de hastiada y tediosa vida en Tokio. Perfectamente enmarcada en el género de comedia dramática, no diría que es una popular película para convertirse en adoración de muchos, porque de novedosa más bien tiene poco, puede que deba su popularidad solo a un reducido grupo de personas que vean interesantes las gracietas en este film de la hija del maestro Coppola. Las idas y venidas por el centro urbano más importante del planeta, nos transportarán por diversos lugares con el resultante acarreo de mostrarnos la capital de Japón y su pervertida cultura. Las emociones que te pueden provocar Lost in Translation, no son lo suficiente profundas e intensas para crearte una reflexión descifrada de lo que has llegado a visionar, pues solo es una amalgama más de diálogos con origen y naturaleza de hacer un cine, no como otras, poco emotivo de la vida humana. La película se pasa en un suspiro, quizás por la presencia de Murray y Johansson, o quizás por su corta duración pero en lo que quiero compartir es que no es nada del otro jueves y ni tiene esa bocanada de aire fresco que hipnotiza al espectador de butaca. A mí me ha dejado de piedra este film, endurecido solamente por la escultural belleza de Scarlett y no más.