Tiene la magia de fascinar a propios y a extraños, a fanáticos de las producciones de Pixar y Walt Disney y también a los cinéfilos, como yo, reacios a estos. Es imposible no encariñarse con el protagonista, un niño proveniente de una familia pobre y hasta miserable, y seguir su camino al logro de sus sueños y la búsqueda de la verdad.

Me importa un carajo que muchos mexicanos se hayan sentido aludidos porque consideran que no es una verdadera representación de su cultura, especialmente con respecto al día de los muertos, ¿pero a quien le importa? ¿Por qué tomarse en serio una película animada orientada principalmente a niños? ¿Acaso en la vida real, los niños vivos pueden irse al mundo de los muertos y conocer a sus antepasados? ¡Váyanse a la mierda y disfruten!

Por cierto, el final es una delicia, debo confesar que aunque no logró robarme unas lágrimas como lo hizo Hachi: A Dog's Tale o The Passion of the Christ, logró conmoverme y eso es mucho pedir. La banda sonora es impecable.