Magnífica película de Coppola, todo un clásico, que debió ser un bombazo para la época, casi 40 años atrás. El inicio es, simplemente, maravilloso, con Martin Sheen dando una lección de actuación sobresaliente, la cual mantendrá a lo largo de la película. Su parecido es indiscutible en físico a su hijo Charlie Sheen, no así en cuanto a oficio.

La película, en general, se muestra como una crítica a la guerra de Vietnam, ya por entonces finiquitada, pero que creó una gran controversia en la población norteamericana, y en la mundial en menor medida. Así que, más que una peli de guerra, es una peli antibélica.

Y es en este punto donde subyace el auténtico epicentro de la película: Kurtz, interpretado por Marlon Brando. La descripción de este personaje, que aparece solo en la parte final del film, da a entender la pasión, admiración y delirio que sentía Coppola por Brando. No es casualidad que en “El Padrino” también le brindara ese detalle al bueno de Marlon.

La locura de los generales, especialmente el surfero, así como la figura de las prostitutas y el delirio poético final de Kurtz, muestra bien a las claras esa crítica despiadada a los efectos de la guerra.

El guión está plagado de frases míticas y de reflexiones, imposibles de enumerar: “si tuviera 10 divisiones con el sentido moral de los vietnamitas, ganaría esta maldita guerra”.