Maravilloso descubrimiento, tanto de la película, como del personaje en sí, Glenn Miller. Sin ir más lejos, llevo media hora escuchando música de jazz de él, imbuido aún en su periplo biográfico. Precisamente en estos días, que también en el Canal de la Mancha yace, oculto de quienes le buscan, el futbolista profesional Emiliano Sala. Miller nunca fue encontrado y, quién sabe, quizá yacen juntos para el resto de la eternidad en esas intempestivas aguas, tumba de la mal llamada “Armada Invencible”.

La historia es bonita, optimista, a lo Capra, con gracejo y con un James Stewart pletórico (en su línea) un “caballero sin espada” disfrutando lo “bello de vivir”. La segunda parte de la película, con sus excesos de números musicales, se agradecen para una tarde relajada, en una segunda visión, quizá… pero como es cine de lo que se trata, tal vez viene un poquito cuesta arriba alcanzar el final de la misma.

Por el contrario, la delicadez con la que está tratado el final de este hombre, con ese número musical a la esposa (post mortem) y las manos cogidas a la jarrita de madera....