El debut cinematográfico de Audrey Hepburn es una oda al séptimo arte. Audrey era una musa que estaba esperando para empezar en la industria, y esta película fue como la horma de su zapato. Roma, la ciudad eterna por antonomasia, tal y como así ha pasado a ser la actriz belga.

Gregory Peck, bajo mi punto de vista, se ve muy forzado en los planos cómicos que realiza. Hay una parte que se hace pesada, y es cuando Gregory descubre en la oficina que tiene a una princesa en su casa, hasta que decide llamar a su amigo e iniciar el robo de fotos. Sin duda, creo que Cary Grant lo habría defendido mucho mejor, aunque bien he de decir que la segunda parte es menos forzada y sabe mejor.

Me gustan especialmente dos momentos:
-Cuando el periodista le presta dinero a la princesa Anya para coger un taxi y el plano capta al casero viéndolo desde lejos, lo que le hace pensar que es una prostituta.

-”He pasado la noche sola contigo?
-Si no me cuentas a mí, si.”

Anecdótico que los periodistas Cortés Cavanillas, “ABC”, Madrid y Moriones, “La Vanguardia”, de Barcelona aparecen al final de la película. Curioso que fuesen los más bajitos.