Drama psicológico, más que cine negro. Nos metemos en la piel de un policía de ciudad que vive solo y arrastra algún tipo de trauma, del cual nunca nos dicen nada. En la primera media hora, el narrador nos va mostrando los entresijos más sucios de una profesión que no es grata, y en donde los trabajadores se enfrentan a situaciones y personajes desagradables. Entre todos ellos Jim, magistralmente interpretado por Robert Ryan.

Lo que me parece fuera de lugar es emplear 30 minutos en una película de 81 para desgranar el perfil de un personaje para justificar el final. Nada tiene que ver la primera parte de la misma con esta segunda parte ambientada y casi filmada, salvo algunas transparencias, en un lugar frío y nevado.

Y lo mejor de la película es el personaje de Mary Malden. Aunque no supera a la magistral Audrey Hepburn en “Sola en la oscuridad”, nos transporta a otra dimensión, entregando las mejores reflexiones de la misma. Me cuesta poder encajar las demás piezas de la película, que poco tienen que ver con la maravillosa y estremecedora obra celestial y epicéntrica. Y cuanta razón… “Hay personas que están solas rodeadas de gente”. Así es.