Debo a los Hermanos Marx mi cable a tierra con el cine clásico durante mi infancia. Por una razón que desconozco, a aquel niño que servidor era, ese cine de gags, sonrisas y música, hacía gracia sin necesidad de hilvanar argumentos. Justo es reconocerlo. Cuando años después, decidí sumergirme en el cine clásico, con la ignorancia que caracteriza a quien decide las empresas de manera autónoma, los hermanos Marx volvieron a encandilarme como hacía años, esta vez de manera más coherente, tejiendo argumentos. Hace poco volví a ver un par de películas de ellos, y como dice aquel dicho inglés que “saber demasiado, a veces no es bueno”, ya se había esfumado esa magia.

Pero anoche volví a sentir su frescura. En esta película, hay una evolución en ellos, con respecto a interpretaciones anteriores. Veo a Groucho fuerte, con energía. Y a Chico con un papel diferenciador. Además, la inclusión de tal variedad de animales, con papeles interpretativos (la foca está genial, pero además el gorila, los leones, etc..), resulta una tarea ardua y genial a la vez. A esto hay que añadirle la escena en la habitación del enano (un niño, en realidad), y lo de caminar por el techo, valiente Groucho.

Quiero prestar mi atención en un detalle que me ha dejado estupefacto. La escena del camarote del abogado, con un cuadro con la imagen de Engels, Marx, Lenin, Stalin y uno con bigote en primera plana que no sé quién es. Sin duda, eran socialistas los Hnos. Marx, lo que quizá les valió para desaparecer al final de la guerra del panorama mundial. Algo así como a Chaplin. Injusto final.

Solo así se explica su precoz y rápida desaparición, amén de que, una guerra después, la sociedad había cambiado mucho, y nos vendieron que ya no querían humor. Vino Billy Wilder, al que idolatro, y nos regaló momentos de cine glorioso. Pero eso, amigos, es otra historia.