Rocío Dúrcal se hizo mayor y le ofrecieron hacer un musical subido de tono. El argumento es absurdo, pero lo aplaca el buen sabor que dejan los números musicales, sin duda lo mejor de esta historia sin argumento. Antonio Garisa es un actor que llena la pantalla y los momentos, como los registros de todo tipo que hace Landa. Sumado a las piernas de Rocío Dúrcal, amor de juventud atemporal, el tiempo está amortizado.

Sin embargo, cae la película en tópicos mal guionados que no lo excusan el bajo presupuesto, pues la artesanía del montaje no requiere de dineros, como así los decorados y el metraje. No se entiende muy bien, quedando velado quizá para la censura, que ese colegio de féminas se confunda por algunos como casa de chicas de compañía, que en realidad ha sido okupada por una compañía de revista…

Todo muy débil.