El montaje es espectacular, sobre todo en la parte de Picasso, la última, en donde hace un auténtico derroche de facultades, este superdotado llamado Welles, que no quería ser contratado por productores a riesgo de ser arruinados. Por eso tuvo que luchar contra esa etiqueta, entre entrecot y entrecot, hasta el rayo final del 85, enterrado en Ronda (Ordoñez).

Estos dos personajes, falsificadores, así como el tal Howard Hughes, ya han pasado a la sala del olvido, pero en su momento fueron comidilla diaria de los diarios norteamericanos, sobre todo el tema de Hughes y su autobiografía falsa. Elmyr de Hory se suicidó con pastillas tres años después de la película, porque iba a ser extraditado a Francia y a sus 70 años, decidió que ya bastaba.