Huele a gatos y, lo que es peor, a orín y excrementos de felinos. Huele a ropa sucia, a tabaco, a ventanas sin abrir, a humedad, a salitre, a asco, a mezquindad.

Entre tanta asquerosidad se filtran planos que hacen reflexionar: la vida en un pueblo, sus gentes, el erotismo prebélico, los objetos en el camarote, el aprovechamiento del espacio.

No dudo que los artesanos del séptimo arte tilden a esta obra como una de las mejores de la historia, pero a los mortales de medio pelo como yo siempre les pasa lo mismo: ¿qué habrán visto que yo no?

Me gusta ella. El director ha conseguido sobresaltar el erotismo entre tanta mezquindad y maloriente ambiente. Eso le convierte en genio, quizá, si atendemos a la fecha en que fue filmada. El malogrado Vigo murió sin ver estrenada esta película, que fue montada casi 60 años después, sin una guía clara que seguir. Así que tenemos un collage de filmaciones. Quién sabe, igual algún día llego a tener tal conocimiento que soy capaz de disfrutar con obras así.