Un grupo de soldados, en su mayoría británicos, va de excursión a unos bungalows regentados por personal alemán, el cual es un verdadero ejemplo de pulcritud y cordialidad.
El campamento está situado en plena naturaleza, aunque cuenta con todas las comodidades (duchas, sala de recreo, tienda de comestibles, etc), lo que permite a nuestros protagonistas pasar sus días conversando en el patio, destilando wiski, ensayando canciones con el coro y asistiendo a clases de ornitología...¡incluso organizando un desfile el 4 de Julio!.
Aun así, algunos deciden macharse de allí, para lo que preparan una prodigiosa galería con luz, ventilación y unas estrictas medidas de seguridad. No todos lo consiguen, pero quienes lo hacen, no tienen demasiados problemas (al principio) ya que van bien pertrechados, gracias a la sastrería que habían montado en el camping, y un servicio de documentación que hasta contaba con una cámara de fotos (no queda claro donde revelaban los carretes... aunque quizá también había un Foto Prix en el campamento dichoso).
En resumen, estamos ante la película más sobrevalorada de la historia del cine: la misma nota que "El precio del poder", "La naranja mecánica", "Forrest Gump", "¿Que fue de Baby Jane?", "Novecento" o "Gran Torino". La vi de chavalín y me gustó, y la recuperé estos días y la decepción fue monumental y es que ahí está la cosa: esto es una película de aventuras para un niño de diez años... de los de antes.