No es suficiente plasmar un amor correspondido si se recurre a forzar el drama personal del suicidio. Y digo forzar porque no se ha realizado desde el comienzo el difícil trabajo de exponer ni siquiera someramente las causas. (Tan sólo se anticipa la noción de la muerte unas escenas antes.)

A leer las mejores críticas a esta películas uno recuerda a Oscar Wilde, cuando decía algo parecido a que sólo los amores verdaderamente apasionados están condenados a autodestruirse. Sin embargo, no se puede aplaudir el desenlace aludiendo a sentimientos tales. No se puede hacer casi apología del suicidio si se ven los resultados: el estado mental del protagonista en la escena final (quizás la mejor del filme) en su peluquería que parece el asilo en el que reside el anterior dueño.

Si nos quedamos con lo envolvente de la música, la calidez de la iluminación, la belleza de la protagonista, tenemos lo que gusta a la mayoría y que hace que la llamen un joya, pero si profundizamos un mínimo, tenemos un regular ejercicio de estilo y poco más.