Hasta la llegada del 2009 (por estos lares), a la mayoría de mortales el nombre de “Gran Torino” nos sonaba a un modelo de coche (sin más). Para los frikis del motor, sabían que se trataba de un gran coche de la factoría Ford (producido entre 1972 y 1976), y para los frikis totales, relacionaban el nombre “Gran Torino” al bólido rojo de “Starsky y Hutch”.

Pues bien, a comienzos del pasado 2009, un magnífico ejemplar de “Gran Torino” (versión del 72 para ser exactos) reapareció en nuestras salas de cine para dejarnos claro lo que fue en su momento como lo hacen los grandes clásicos: marcando la diferencia.

Icono de otra época conviviendo en los Estados Unidos de la actualidad, algo así como su propietario, el protagonista de la película, Walt Kowalski (Clint Eastwood) un jubilado de la Ford que dedica su tiempo a las chapuzas domésticas, a las cervezas y a vivir de los recuerdos de su difunta mujer y de los resentimientos de la Guerra de Corea.

Son precisamente estos resentimientos los que, a los pocos minutos del inicio de “Gran Torino” tomaran protagonismo con la llegada de los nuevos vecinos que se instalan justo en la casa contigua a la de Walt. Son asiáticos, lo peor del mundo según el propio Walt.

Escopeta en mano, Walt esperará día tras día la llegada de su hora (aspira juntarse con su difunta esposa), mientras de reojo controla a sus vecinos y a su flamante Gran Torino.

La verdad es que se nos antoja algo complicado destacar lo mejor de esta película, y no precisamente porque no tenga nada, sino por más bien lo contrario, pues es una de las grandes películas de los últimos años. De todas formas destacaremos:

- El guión y la historia argumental. Sin lugar a dudas, la historia te envuelve a base de sencillez, emoción y cruda dureza tratada con sensibilidad.
- La actuación de Clint Eastwood. Una vez más, nos ha vuelto de demostrar que cinematográficamente hablando este hombre es como un buen vino, mejora en cada película (por suerte, qué lejos quedan ya esos truños de “Harry el sucio”).
- La realización de “Gran Torino”. Pocas veces en los tiempos que corren, una historia tan habitual en nuestras vidas (inmigración, racismo, etc.) se plasma de una forma tan genial y atractiva en el cine.