Exageradamente comparable al magnífico Toro Salvaje. Scorsese pacta de nuevo con el diablo para escribir imaginariamente el exceso y la manificiencia del encarnamiento del mal y sus excesos. Retrato de ascensión y caída (aunque no una caída del todo real), Di Caprio ofrece su mejor interpretación al dejarse poseer por el espíritu de lo que realmente quiere representar: es la perfección de la mediúmnidad en un entorno de ambición, hostilidad y lujuria. Exceso fílmico en toda su base, es difícil comparar esta realización fílmica con cualquier otro título, a no ser el Toro Salvaje (al cual supera, principalmente por el alarde de contemporaneidad), obra del mismo sacerdote de Hollywood. ¿Con qué o quien tratamos realmente?

Mención especial para McCounaghey, el cual ya se ve que ha conocido los más espantosos rincones del infierno.

Desde luego que puede aprenderse mucho de todo esto.