Katyn desempolva la matanza de cientos de oficiales polacos durante los primeros años de la II Guerra Mundial, a manos del ejército rojo que, por aquel entonces, ocupaba parte del territorio polaco y negociaba con los nazis.
Ñoñería y sentimentalismo de tercera en las primeras dos intervenciones de la niña durante los primeros 10 minutos y que serán una constante cada vez que la criatura salga en pantalla, para salir del cine. La siguiente hora y media tiene aroma de culebrón, o mini serie, por todas partes. La luz, las interpretaciones, algún diálogo, varios momentos te lo hacen creer.
La cinta muestra la experiencia vital de varios y diversos personajes que suponemos reales, pero no llega a dejar claro nada con ninguno. No sabemos mucho de las personas, vemos su angustia pero no tenemos información ( qué hacen con sus vidas durante todo este tiempo, ni de cómo evoluciona la guerra, o la política, para entender los asesinatos y las relaciones ruso-alemanas). Vemos un montón de personajes sufriendo, llorando, solos, perdidos, muriendo, huyendo, y siempre tirando de recurso facilón para el reblandecimiento del alma, o sea, azúcarillos, varios momentos pastel que rozan lo cutre. Hasta que de repente...

la violencia toma la pantalla y lo hace de forma rotunda, con mucha fuerza, los últimos minutos son de constantes tiros en la nuca, sangre por todas partes, enterramientos de cuerpos humeantes, alguno aún convulsionándose mientras las palas excavadoras los cubren de tierra... juzguen ustedes. A mi ya me agota el uso de tanto recurso en busca de tocarme la fibra, ni la ternura estúpida y ñoña, ni la violencia explícita gratuita.
Nadie nos da información de porqué, nadie una explicación en toda la cinta, y son dos horitas, eso me hace pensar en el odio y rencor de los responsables de la peli.

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