Aunque es una película ambientada en el mundo del béisbol, podría inspirada en cualquier ámbito de la vida por lo universal de su tema central. Ir contracorriente, rompiendo los moldes establecidos no es nada fácil en una sociedad como la que tenemos, en la que intentamos siempre obtener el beneplácito de los demás en todo lo que hacemos. Pero si uno cree en lo que hace y en sus posibilidades, ¿todo es posible?

Bueno, sin duda Miller no podrá contestar a la película, porque a pesar de encontrar la manera de llegar a nuestro rincón más emotivo, no ha arriesgado demasiado. Su película es universal, sí, y tiene muchos valores importantes para avanzar en la vida, pero sin embargo le falta riesgo y atrevimiento. Le ha salido una película sin aristas, demasiado blanca. Ésto no es una crítica desfavorable, ni mucho menos, pero a uno se le queda la sensación de que al protagonista no le pasa ni le pasará nada malo nunca.

Si Pitt está más que creíble y personal, merecedor de su nominación al Oscar y Hill probablemente algo desperdiciado aunque tremendamente sobrio (se está haciendo un hueco importante en buenos productos), el que está un punto por encima es Seymour Hoffman. Su papel no es fácil, teniendo que lidiar con las decisiones que le impone su manager. Lo hace con elegancia, sin decir una palabra más alta que otra, dejando clara su calidad como actor. Sus caras ante estas decisiones, sus gestos y su lenguaje corporal son de lo mejor de la película.

No importa que no sepas ni de qué trata ese deporte llamado béisbol para disfrutar porque uno comprende nada más empezar que puede cerrar los ojos, escuchar los diálogos y saber que estamos ante una de las películas de la temporada por méritos propios.