Poco se puede añadir ya a los múltiples comentarios, crónicas y críticas que se han escrito acerca de "El lobo de Wall Street" por su calado narrativo, pero sobre todo pos su enorme calado social, en el que parece ser posible hacer lo que se quiera si a la hora de la verdad el presunto culpable sólo cumple unos meses entre rejas quedándose con todo lo que ha ido guardando con el paso del tiempo. Quedarse solamente con esta reflexión sería imprudente e innecesario, porque sin duda la intención de Scorsese y todo su equipo es la de elevar a la máxima potencia la palabra excesivo. Todo, absolutamente todo en la película es excesivo, y esto se utiliza para traspasar todos los límites, si es que el director los tiene, para lograr el objetivo.

La geniaidad de Scorsese le permite filmar una película basada en la historia real de un tiburón fraudulento de Wall Street y que todo parezca inventado. Desde el cuerpo de la película hasta en los más ligeros detalles el sello Scorsese se hace notar, con una historia en la que nuestro protagonista (ya es nuestro porque forma parte del imaginario de todos) es lo más inteligente que puede para aprovecharse, a través de las mentiras, de sus clientes. Lo que parece, y de hecho lo es, un drama, sufre un giro y demuestra que tiene el control total de la situación con una narración interesante y atractiva que envuelve en su dinámica a un espectador entregado desde los títulos de crédito iniciales. La fuerza con la que se narra, el ritmo endiablado de su estructura, un desarrollo que mantiene el pulso sin decaer un instante y su capacidad para reinventarse a cada secuencia son valores seguros en un mercado tan volátil como el cinematográfico, y resultan explosivos en un cóctel molotov que detona a todo momento.

Sin tiempo para pensar en la anterior secuencia, Di Caprio suelta un puñado de palabras que salen de su boca atropelladas en su sonido, pero explícitas en su contenido. La verborrea de su personaje solo es comparable a su nervio, y es incapaz de estar quieto un par de segundos. Di Caprio es el otro alma de la película, y sin él sería difícil iimaginar su trabajo. Es la locura en persona, un personaje bajos los efectos de as drogas y el alcohol es complicado de interpretar, pero con su talento y su capacidad de trabajo todo es posible. Lo excesivo también va con él, y su interpretación cargada de palabras malsonantes y sexualmente explícitas le ha acarreado algunas críticas en los círculos más conservadores, a lo que Di Caprio ha contestado mostrando su Globo de oro a la mejor interpretación como actor de comedia. Carácter.

Y si su director y su protagonista no ponen límites a su talento ni a su trabajo, los secundarios no se quedan atrás y muestran su cara mas juerguista, sobreactuada y cañera posible, con drogas, prostitutas y enanos presentes en una oficina en la que reina el descontrol y la ausencia de reglas. Con un inmenso Hill a la cabeza, acumulan importancia según avanza la película, y en ocasiones se hacen los reyes de la situación.

Con una duración cercana a las tres horas en las que sobran muy pocas secuencias, "El lobo..." mantiene su intensidad en todo momento con una mezcla de comedia y acción de la que hace gala desde su primer teaser, desde su primer cartel promocional, y que no decepciona. Como mucho puede provocar un leve dolor de cabeza sise sigue con mucha atención, pero poco importa si se ha disfrutado.