Una nueva película totalmente típica y previsible se presenta en nuestras pantallas aún a riesgo de ser repetitiva tanto por el tea que trata como por la forma en a que cuenta la historia, en la que el espectador sabe de antemano todo lo que va a pasar mucho antes de que pase. Cúantas veces habremos visto la boda en casa de una de las familias, en un fin de semana en la que todo empieza de manera idílica y los trapos sucios van a apareciendo según pasan los minutos.

Este desarrollo se está quedando obsoleto hasta para la comedia estadounidense, que entre remakes, secuelas y precuelas, engorda las cuentas corrientes de los protagonistas prometiendo guiones aceptables y mínimo esfuerzo. La labor de los actores es plana y aburrida, y se nota que tienen en mente cumplir y marcharse a otra cosa. Y hay que destacar que el reparto es lo único salvable de esta plana historia que no sabe sacar rédito a un trío protagonista de lujo.

Tan falta de ideas y de planteamiento original, tira del repertorio de los soez y sexualmente obvio, con escenas que rozan el ridículo y que parecen dar vergüenza ajena. No es necesario ser tan explícito, y deberían esforzarse en insinuar más y enseñar menos. El resto son situaciones explotadas en muchas otras ocasiones, que como suele ser habitual en estos casos, todo tiene difícil resolución pero al final todo se arregla. Es la magia de Hollywood.