Voy a romper una lanza a favor de este tipo de películas. Normalmente entretienen y ofrecen justamente lo que uno necesita en una tarde de esas en las que no apetece enrolarse en un guión de calidad, de esos en los que te quedas pensando después de acabar. Y lo que uno busca con las películas de desastres naturales es precisamente eso, dejarse llevar por el puro espectáculo pirotécnico.

Y como de eso se trata, “San Andrés” cumple a la perfección con los simples cánones de un género que tiene vida propia, aunque sea en las sobremesas de los canales de televisión. Que levante la mano aquel que no haya echado una cabezada con alguna de estas películas. No hay mucho en lo que buscar una buena historia porque esto se basa en derrumbar una ciudad creando el mayor caos posible entre la población. Sin duda disponer de un buen presupuesto permite crear secuencias espectaculares y de mayor credibilidad, con esos edificios derrumbándose, o los cargueros hundiéndose, pero tampoco es necesario gastar una millonada para ser aún más exagerados Por si acaso “San Andrés” ha invertido 100 millones para no quedarse atrás.

Y como historia, pues ya intuimos que el guión no se ha llevado gran parte de ese dinero. ¿Importa? Pues la verdad es que no, que con que Johnson sepa pilotar toda clase de transportes (helicóptero, avioneta, lancha motora) buscando a una hija perdida que se encarga de salvarse sola es suficiente. Todo ello aderezado con un par de historias de amor para ir descansando entre terremotos, tenemos argumento para sacar esto adelante. Johnson, Gugino y Daddario hacen lo que pueden entre tanta agua y tanto cemento, y salen airosos.

Bueno, película palomitera en los cines, que sirve también para echar un rato en casa en esas tardes en las que no se tiene ganas más que de evadirse y ver cómo se derrumba todo mientras la bandera norteamericana ondea al viento. Es la marca de la casa…