Si alguien está buscando rock por algún lado, que deje de buscar. Aunque el repertorio si tiene temas del género (sobre todo baladas que para eso es una historia romántica) no hay canciones demasiado metálicas, por lo que los fans del metal no se divertirán tanto. En ocasiones parece pop.

La colección de títulos que aparecen en pantalla es colosal en lo que se refiere a su elección, pero no así en lo referente a los intérpretes. Dejan mucho que desear teniendo en cuenta que cantan clásicos atemporales que se merecen un respeto aunque sea mínimo. Además las coreografías son caricaturas de lo que deberían ser, y en algunas ocasiones son muy mejorables. Lo más destacable es la implicación de algunos como Cruise o Giamatti que siempre dan la mejor versión de sí mismos estén en el proyecto que estén, y se agradece. Por cierto, que alguien le diga a Russell Brand que actuar no es lo que él hace porque no sabe.

En cuanto a la historia en sí misma, apenas tiene relevancia entre tanto número musical a pesar de que se supone que es el hilo conductor que lo sostiene todo. Las actuaciones son autónomas y no necesitan acompañamiento, pero eso no beneficia mucho que digamos al conjunto, sino que más bien lo empaña. Además la película trata de hacerle hueco a una historia de lucha contra el rock por parte de una alcaldesa conservadora (sobreactuada Zeta-Jones), pero no funciona en absoluto. Nada de nada.

En general no hay mucho que destacar en una película que quiere adaptarse a las reglas que imperan en la gran pantalla intentando no olvidar sus orígenes en las tablas de Broadway, lugar en el que ha cosechado mejores críticas que las que seguramente conseguirá en su adaptación al celuloide.