Foster, directora comprometida con sus ideas donde las haya, decide dirigir su propio proyecto sobre la crisis económica mucho después de lo esperado. Tras “El castor” hace ya cinco años parecía aletargada, pero ahora Jodie presenta un thriller sobre las prácticas fraudulentas que las grandes corporaciones llevan a cabo.

“Money monster” comienza con una simple idea, la de un programa de televisión en el que un supuesto gurú económico ofrece consejos de inversión. Hasta ahí no hay sorpresa ni falta que hace, pero detrás de este comienzo se esconde un thriller que Foster enseña muy rápido, quizás demasiado. Se preocupa poco por definir a los personajes, no hay demasiado trabajo sobre ellos (sobre todo para Roberts).

Pronto la película enseña las cartas, con ese personaje que se cuela en directo con una facilidad pasmosa, y entra en materia. Es aquí donde la directora comienza el thriller propiamente dicho, con un Clooney que toma toda la responsabilidad de la acción. El actor, con cara de asombro durante toda la película, lleva el peso de la trama mientras Roberts actúa en la sombra. Junto con O’Connell van tirando de los hilos y atrayendo nuestra atención. Eso sí, siendo necesario que el espectador acepte algunas licencias en la forma en la que suceden algunas situaciones, sobre todo la rapidez y facilidad con la que se desenmascara la trama central.

La película desarrolla de manera estimable esa idea del fraude y esas prácticas oscuras que llevan a cabo algunas empresas que de la noche a la mañana quiebran sin remedio. La dirección es correcta, pero el guión parece endeble y poco trabajado, demasiado simple. No sólo no ofrece nada nuevo a lo que ya sabemos, sino que la trama que desarrolla no se complica nada y parece concebida para que el público la entienda a la primera. Sin profundidad en su núcleo, “Money monster” se convierte en una diversión momentánea pero olvidable en poco tiempo a pesar de la gravedad de lo que cuenta y de esa resignación que debiera preocuparnos.