Muchas veces la realidad supera la ficción, y aunque parezca difícil de comprender que la historia que narra la película ocurra en pleno siglo XXI, la realidad es que lo que cuenta “Mustang” es algo cercano y actual para una parte de la población. Por esto se agradecen intentos como esta película cuya denuncia social en la que un grupo de hermanas huérfanas siempre está presente, y vemos cómo la familia que las mantiene las obliga a cumplir una tradición desfasada y fuera de lugar.

Además del sólido guión sobre el que se asientan sus cimientos, “Mustang” tiene la suerte de contar con otros dos pilares fundamentales. Por un lado destaca la fuerza y personalidad que demuestra su novel director, capaz de dar carisma a cada secuencia y de sacar jugo a cada frase de diálogo. La naturalidad de los planos es esencial para el espectador se adentre en la historia y la sienta. Y por otro lado el excelente reparto empezando por unos adultos implacables dispuestos a lo que haga falta para cumplir las costumbres y más preocupados por lo que opinen los vecinos que por la felicidad de las jóvenes, y acabando por las cinco protagonistas, un estupendo casting que ha encontrado a las adolescentes perfectas para los personajes. Naturalidad ante las cámaras, compenetración entre ellas, emociones y sentimientos que cada una expresa a su forma y que juntos crean la película. El público emprende el viaje con ellas y comprende su historia.

Pocas cosas se le pueden negar a la película, quizás ese final abierto que plantea muchas más dudas de las que resuelve, pero nada que desmerezca el ritmo y la narración de una historia que remueve conciencias, quedando en la memoria y convirtiéndola en una de las mejores películas europeas del año.