Nada más leer la sinopsis uno puede darse cuenta de que está ante una de las historias favoritas del Hollywood actual. Una historia de superación y de lucha contra las injusticias y contra un sistema judicial imperfecto que tiene carencias que mejorar.

Ese llamamiento a la esperanza que aportan los casi 20 años de lucha nos transportan por la historia y son el hilo conductor para todo lo que va pasando a su alrededor: la fe ciega de la protagonista en su hermano, el derrumbe de su vida personal, su consolidación de la amistad...

Hay que valorar positivamente el trabajo de los guionistas y del director, Tony Goldwyn, que logran condensar muchos años de pelea, de sinsabores y de muy pocas alegrías en apenas hora y media que dura esta cinta en donde destaca el ritmo y el estilo narrativo, pero sobre todo la actuación de dos pesos pesados como Hillary Swank y Sam Rockwell.

Aunque quizás todo esté concebido para el lucimiento de Swank, Rockwell construye un magnífico personaje desde la incomprensión de su situación Ambos logran exprimirle todo el jugo a dos personajes con tantas posibilidades de transmitir sentimientos. Además los secundarios no desentonan, con especial atención a Juliette Lewis en su papel de una yonki que vive atormentada por lo que hizo en el pasado.

En definitiva, un melodrama que se quedaría en sólo eso de no ser por el enorme trabajo de los profesionales que la integran. Al menos en estos casos uno sabe siempre que no se va a ir a casa con la sensación de desasosiego que provocan los finales tristes.