El espinoso tema de las sectas y sus rituales en comunidad es tratado por “Acantilado” más como un vehículo para la historia central que como auténtico núcleo sobre el que construir la historia. A pesar de que la película comienza con ese ritual tan enigmático, el guión no se centra en su comportamiento o en sus reglas internas, sino que a partir de los personajes construye un thriller bastante convencional en el que cada uno es justamente lo que parece.

Esta ausencia de misterio o de intriga hace que todo gire en torno a unos personajes correctamente definidos pero mal interpretados. Ellos son los cimientos de una historia que nunca se adentra en el grupo y que sólo se centra en las relaciones interpersonales al tiempo que intenta llevar una leve investigación policial. Pero estas relaciones son muy básicas, bastante predecibles y cada personaje ofrece solamente lo que se espera: el hermano que se aleja de la protagonista, su amiga impotente ante su actitud, la inspectora que se ve afectada de manera personal… Ninguno de los perfiles evoluciona a medida que la película avanza resultando bastante planos en poco tiempo. Ni Grao (totalmente inexpresivo) ni Toledo (fuera de lugar) consiguen que el espectador entre del todo en la historia. Por salvar a alguien, Acosta cumple su papel con cierta soltura, pero sólo con alfileres y porque compone el papel más turbio de todos.

Quizás la historia resulta algo local y la idiosincrasia del paisaje deba rellenar una parte de la narración que queda algo coja, pero “Acantilado” resulta bastante insulsa sobre todo en su parte central y abusa de un final que cierra el círculo pero que decepciona en una cinta considerada como thriller pero cuyos malvados tan torpes e ingenuos como se puede imaginar.