No es que esté criticando en exceso esta película, de hecho tuve bastantes y tantos prejuicios que prescindí de pagar por verla en cine. Mario Casas es un actor que da una de cal y una de arena por lo cual decidí no arriesgarme. Técnicamente la película es una pasada y parece una superproducción norteamericana con una fotografía y banda sonora fascinantes. El problema está en los actores españoles, que no me los creo, no me conmueven ni emocionan, no me importan a excepción de una brillante Macarena García que puede ser el futuro del cine español de la que aún tengo pendiente Blancanieves. Que íbamos a esperar del director de Fuga de cerebros y las dos entregas canis de Tres metros sobre el cielo. Demasiado ha hecho el señor Molina que aparte de enseñar cacho gratuito por un tubo por parte de Mario Casas y las féminas de turno para llenar salas nos encontramos ante una obra entretenida pero carente de emoción salvo algún momento definido con brillantez. Los tópicos abundan y esa sensación de haberlo visto antes también, esa sensación de estar viendo Memorias de África o Australia con grandes paisajes y romances de por medio no llegan a impactar al espectador. Aunque causa de ello es el montaje donde cuando más pegados e interesados estamos en la historia de Casas aparece la Adriana Ugarte para meternos en el presente actual y corta bastante el rollo ya que la historia ganaría mucho con menos minutos y subtramas y menos personajes ya que la historia central aún siendo flashback es la más interesante y emotiva que es donde entra el tema esclavitud y racismo donde más tratan de conmover al espectador aunque no tienen potencial para ello y se quedan a medio gas. Tiene ideas y momentos muy buenos, es entretenida para su excesiva duración y técnicamente sorprende pero no deja de ser una obra pretenciosa cual adaptación de Nicholas Sparks para llenar salas de cine de mujeres obsesionadas con historias juveniles donde el protagonista es un guaperas de turno y todo lo sabe hacer. Pasable.