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España España · PONTEVEDRA
Voto de Skorpio:
5
Drama Cinco días en la vida de Chelsea (Sasha Grey, una actriz de cine X en la vida real), una prostituta de lujo neoyorquina que cobra 10.000 dólares por noche. Su novio Chris, que acepta su forma de vida, tiene un negocio que le permite ganar 2.000 dólares por hora. (FILMAFFINITY)
17 de noviembre de 2009
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Steven Soderbergh continúa su vertiente experimental y puramente independiente cuatro años después de Bubble. Si bien en aquella nos ofrecía un thriller con un planteamiento bastante novedoso e imágenes de curiosa fuerza estética, aunque no carente de cierta laguna narrativa, la verdad es que esta nueva propuesta se queda a la zaga.

El dispositivo fílmico sí es bastante similar, y esta vez es utilizado para traernos una particular visión del mundo de la prostitución de lujo y la peligrosa senda del narcisismo y la sofisticación que aquel muchas veces acarrea. La protagonista no podía ser otra que una profesional, Chelsea (con una intérprete de excepción, la actriz porno Sasha Grey), a la que cuesta llamarle puta, viéndonos con la necesidad de emplear ilustres eufemismos, como call-girl, acompañante o incluso novia de alquiler.

Las experiencias con sus clientes, en ocasiones no sexuales, y muchos que repiten con asiduidad, se alternan con las secuencias correspondientes a su novio, el inevitable '¿cómo lo lleva?' y su propia búsqueda de la excelencia empresarial, ya desde el inicio del metraje, en ese avión de nuevos ricos banales y pretenciosamente intelectuales. Y la verdad es que ese contracampo, aunque pueda parecer de primeras necesario, huele más bien a relleno y muchas de sus secuencias están insertadas con calzador entre las aventuras y desventuras profesionales de la ambiciosa Chelsea.

La estética es propia de un videoclip underground, más por el planteamiento visual que por la factura, impecable. Pero por mucho que el realizador utilice esa estética de la banalidad para narrar precisamente esas dialécticas de la banalidad y del vacío sentimental, la verdad es que no logra en general superar esa superficialidad latente.

Otro aspecto a tener en cuenta es la banda sonora. Como, en un intento de evitar lo más posible la música extradiegética, crea una pseudotrama, secundaria y exclusivamente visual, de músicos callejeros, a los que recurre cuando necesita una hilo musical mínimamente continuo.

Con todo, la nuevo propuesta de Soderbergh, en su conjunto, resulta insuficiente y en ocasiones tediosa y superficial, sólo rescatada por algunas secuencias impregnadas de una fuerza dramática y un lirismo poco habituales.

Aunque tampoco conviene martirizar a un cineasta que, ya consagrado en la industria, se atreve a volver a la escuela en sus ratos libres, con los métodos de la narración convencional ya aprendidos, para explorar y ofrecer visiones distintas, de las que ya sólo el intento se agradece. Bubble y The girlfriend experience han sido sus primeras pruebas, es comprensible que todavía no haya alcanzado la cohesión, el virtuosismo y el nivel de perfección al que ya ha llegado en el terreno comercial. Pero este es el camino, la senda, y seguro que, con el tiempo, Steven Soderbergh nos traerá la obra maestra del cine experimental e independiente más puro (y duro).
Skorpio
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