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Uruguay Uruguay · Montevideo
Voto de Atilio:
10
Comedia Un grupo de turistas americanas hace un viaje por Europa, que prevé la visita de una capital por día. Al llegar a París, se dan cuenta de que el aeropuerto es exactamente igual al de Roma, de que las carreteras son idénticas a las de Hamburgo y que las farolas guardan un curioso parecido con las de Nueva York. En resumidas cuentas, el escenario no cambia de una ciudad a otra. Y ya que no pueden conocer París, se conformarán con pasar ... [+]
28 de julio de 2020
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una obra que acumula adverbios adjetivales. Es la mayor película de Tati, la más compleja, la mejor lograda y, a la vez, es la más difícil de ver.

Rodada en 1967 este es el cuarto largometraje (quinto filme si se toma en cuenta su primer corto de 1947) de este gran artista que decidió filmarla en 70mm, un tamaño gigantesco de fotograma que podía apreciarse solamente en un puñado de salas que contaran con pantallas y proyectores acordes. Esta decisión estética (funesta desde el punto de vista financiero) buscaba resaltar hasta sus últimas consecuencias y hasta el más mínimo detalle las decenas de gags simultáneos que ocurren en una complejísima coreografía de protagonistas, extras, vehículos y gigantescos decorados construidos en acero y vidrio. Ningún ambiente utilizó locaciones exteriores, absolutamente todo se fabricó a escala en estudios. La multitud de vehículos —automóviles, autobuses, camiones, motocicletas, maquinaria vial— fueron movidos con una precisión milimétrica de relojero en ensayos que fueron tan extenuantes que resultó en la producción más cara en la historia del cine francés, y también en la ruina económica de su creador.

La capacidad inigualable de Tati para mover personajes y objetos en primeros, segundos, terceros y últimos planos en la misma toma hace que "Playtime" sea, además de una obra maestra, una película abrumadora e inabarcable para ver una sola vez.

Lo ideal sería saber francés para no perder atención en subtítulos, e igualmente la mayoría de las secuencias requieren rebobinar para ver una y otra vez la misma escena y así poder apreciar las sutilezas que se encadenan unas a otras en una sucesión interminable de causas y efectos. Sumándole el genial manejo del sonido con la amplificación de los ruidos ambientales, incluso de aquellos fuera de cuadro, debe reconocerse que hay momentos en que el espectador queda desconcertado y algo cansado.

Por todo lo que antecede yo creo que es conveniente ver esta película luego de haber visto "Mon Oncle" y "Trafic". Y armarse además de paciencia y saber que será un visionado que requiere descansos, rebobinados y algo de reflexión.


Lo moderno, la confusión y la ingenuidad. Eterno "leitmotiv" del señor Hulot la automatización de la vida moderna que le impide comprenderla, insertarse en ella e interactuar con el prójimo, aquí también se extiende al resto de los personajes. Todos ellos, desde los que esperan en el aeropuerto, los turistas que son acarreados para distintos hoteles o paseos de acuerdo a la letra de su apellido, hasta una increíble fauna de comensales y personal de servicio en la larguísima secuencia del restaurante de lujo que se inaugura sin haber terminado las obras de construcción del mismo, no encajan, no se acomodan, andan por el mundo como Monsieur Hulot —incluso hay tres o cuatro dobles de este personaje— tratando de encontrar su lugar en el mundo.

Los turistas que visitan Paris ven los íconos famosos de la ciudad luz solamente en los reflejos de las vidrieras (torre Eiffel, Arco de Triunfo). Además en su deambular por las calles y los comercios están rodeados de afiches turísticos que promocionan otros lugares (Grecia, Italia, España) pero todos ellos tienen la misma fotografía: un edificio todo metal y cristales que, a su vez, está presente una y otra vez en frente mismo a ellos.

Van todos como las ovejas en el rebaño y, por ejemplo, en una pista de baile con dimensiones para 6 o 7 parejas se ponen a bailar más de cincuenta personas. Una orquesta en vivo de jazz, interpretando un tema de ritmo africano, hace que el desenfreno de la danza de esa multitud debe verse repetidas veces no solo para volver a disfrutarla, sino también para descubrir infinidad de gags que son imperceptibles porque ocurren simultáneamente. Es prácticamente imposible imaginar cómo habrán sido los ensayos para mover a esa cantidad de extras con tanta precisión, con tanto garbo y con la desopilante consecuencia de esa enorme humorada.

De entre muchas, se destaca una escena en la que un anciano portero debe lidiar con un gigantesco panel electrónico para anunciar a una oficina la llegada de un cliente. Que las instrucciones estén escritas en un idioma desconocido para este pobre hombre es un detalle final que hace que la secuencia se antológica.

La secuencia final en un enorme carrusel (tiovivo) conformado por decenas de vehículos que dan vueltas alrededor de una especie de obelisco muestra algo así como una alegoría de que no todo está perdido: aparecen por primera vez los niños arrojando globos que dan un colorido final a una estupenda fotografía previa de tonos apagados, ocres y nocturnos.


Capitalismo, burgueses y trabajadores. El tono general es una sutil pero, a la vez, feroz crítica al progreso y al “stablishment”. Por un lado la descripción de productos de consumo masivo ridículos e inútiles. Sillas y sillones que vuelven a su estado original cuando uno se pone de pie, escobas con faroles que permiten iluminar debajo de una mesa cuando se está barriendo, puertas insonoras diseñadas para dar portazos silenciosos, etcétera.

Los dueños de empresas, arquitectos, usuarios de gran poder económico que se visten todos iguales de punta en blanco para la ocasión, en la inauguración de un restaurante 5 tenedores que aún no terminó sus obras. Son quienes miran con desprecio al resto de los mortales, a los turistas de viajes económicos, a los borrachos callejeros y que tratan a sus empleados como perros.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Atilio
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