Recuerdo haber visto esta joya a los 20 años, en 1988, alquilándola en un video club, junto a mi mamá, que compartía también mis sensaciones.
Corrí alborozado a contárselo a mis amigos, pero ellos estaban más entusiasmados con películas de acción, suspenso o espionaje norteamericanas, y no historias intimistas europeas de cine algo lento y descriptivo.
Quedé fascinado con la forma de narrar la historia, la secuencia del pasillo, los personajes tan logrados, la reconstrucción tan exacta de las distintas épocas.
Me encantó también la manera poética de informar lo que ocurría, a través de las nuevas imágenes que se iban sucediendo, y que uno lograba deducir, sin estar todo expresamente dicho.
Quedé pleno con la actuación magnífica de Vittorio Gassman, y muy correcta del resto del elenco.
Lo mismo con la evolución de los personajes, en algunos casos personificados por la misma persona, en otros no.
Hoy la volví a ver, en junio de 2021, no ya con videoclub, sino con Internet. Con 53 años a cuestas. Ya no con mi mamá, que luego de una vida larga y fecunda, se fue a los 91 años al Cielo hace un año. Pero sí con mi hijo, de 21 años, que se quedó junto a mi y observaba mis momentos de emoción. Y él también se pudo contagiar esa emoción....
Sí, volví a sentir la misma emoción, pero distinta... Comprendo más algunas situaciones, porque ya pasé muchos años... Entiendo más algunos sentimientos, a algunos personajes, algunas decisiones.
Y volví a pasar, como hace 33 años, dos horas fascinantes, llenas de cine, de esas horas que hacen decir que el cine es el 7mo arte, que el cine nos habla al corazón.
Qué grandioso Ettore Scola.