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Voto de antonalva:
4
Thriller. Drama. Romance Año 1942 en el protectorado francés de Marruecos, durante la Segunda Guerra Mundial. Max (Brad Pitt) es un espía canadiense del bando aliado que llega a Casablanca y se hace pasar por marido de Marianne (Marion Cotillard), una francesa miembro de la resistencia con buenas relaciones con el régimen de Vichy. Ambos deberán cumplir una peligrosa misión en el norte de África por órdenes de Londres. (FILMAFFINITY)
20 de diciembre de 2016
41 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
Viendo esta cinta se da uno cuenta cuán difícil es hacer una buena película. O cómo a veces ciertas personas de la industria del cine, con menos talento o ínfulas autorales, con escaso presupuesto e incierta atención mediática, sin grandes pretensiones ni aspiraciones de transcendencia, han conseguido elaborar de forma artesanal y paciente obras de arte inesperadas, perdurables e iconográficas. Quizás el máximo ejemplo sea “Casablanca” ese refrito lleno de imprevistos, accidentes, defectos e impericias que devino en uno de los más grandes mitos del séptimo arte. Pero una vez más las intenciones, los dineros, las estrellas y el marketing no bastan para poner en pie y sostener un producto tan cargante, pretencioso, antipático e insoportable como el que nos ocupa. Un monumento al desatino oneroso, asfixiado por el tufo a naftalina.

La minuciosidad rutilante del acabado formal resulta empalagosa. Todo está demasiado pulido y resplandeciente, demasiado peripuesto y acicalado, demasiado relamido y sin mácula. Ninguna arruga que afeé los vestidos o profane los rostros (nunca he visto a un actor con una capa de maquillaje y pintura tan densa, artificiosa e inverosímil como la que soporta Brad Pitt en su rostro devorado por pinchazos o cirugías que lo han momificado hasta la parodia), ninguna mota de polvo que afrente los decorados o perturbe los recovecos de las ruinas o los bombardeos digitales, ninguna nube o sombra que trastorne los estragos de la guerra. Todo es lustroso, superficial, pulcro y aseado, la iluminación es impecable y los pasajes nocturnos brillan tanto como los diurnos. No se despeina ni el apuntador.

La historia, sin ser original, tiene un pase, casi es lo mejor de todo el tinglado, pero acaba sofocada por la parafernalia estomagante que la rodea hasta anegarla. El amor en tiempos de guerra siempre se ha cotizado, sobre todo cuando ella es una Marion Cotillard en la cumbre de su belleza y de su encanto, seductora, turbia y rutilante. Sin duda, lo mejor de esta penosa profanación necrófila. Parece salida de otro largometraje y nos recuerda que la magia del cine depende de una mirada, de unos gestos o de unas lágrimas oportunas, no hace falta mucho más, pero es necesario representarlo con convicción y aplomo, sin atisbos de duda o agobio. Ella acierta y resulta mágica e intemporal, entre el infausto cenagal de dislates que la rodea. Pero no basta una gema para disimular la bisutería de tenderete y baratillo. Ojalá.

En definitiva, un homenaje fallido a un tipo de cine que ha dado frutos memorables. Pero resulta un proyecto tan artificioso como superfluo, más atento a copiar que a crear y por ello mismo prescindible, inútil e innecesario.
antonalva
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