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Voto de antonalva:
7
Drama Segunda mitad del siglo XVII. Dos jóvenes jesuitas portugueses viajan a Japón en busca de su mentor, el conocido misionero Padre Ferreira. Los últimos rumores indican que, tras ser perseguido y torturado, Ferreira ha renunciado a su fe, algo difícil de creer para los sacerdotes que parten en su búsqueda. En Japón ellos mismos vivirán el suplicio y la violencia con que las autoridades japonesas persiguen a los cristianos, a los que ... [+]
8 de enero de 2017
64 de 80 usuarios han encontrado esta crítica útil
Abordar la espiritualidad, lo trascendente o la religión es una temática casi abandonada en el cine occidental. Quizás por considerarse un asunto demasiado abstracto, poco atractivo o incluso desprestigiado para cierto tipo de público laicista, cuando la realidad es que sigue siendo una materia de vital importancia para la mayoría de los seres humanos, ya que aún hoy mueve y motiva – para bien y para mal – los engranajes del mundo. Y Scorsese rema a contracorriente al centrarse en la vivencia de unos padres jesuitas en el Japón del siglo XVII, verdadero aquelarre inquisitorial contra la fe cristiana, lo cual no deja de sorprender en un pueblo como el nipón que se ha caracterizado por tomar prestado – y hacerlo suyo – casi todo lo que culturalmente lo caracteriza, por ejemplo el budismo Zen que vino de la India pasando por China o la escritura y toda su tradición literaria que también tuvo su origen en el venerable Imperio chino.

Además, para el prejuicioso público español, tan predispuesto a ver en el catolicismo el origen de todos los males patrios – y hasta universales – resultar sorprendente el empeño de mostrar una sincera vocación misionera sin la retranca, doblez o censura con la que se suele revestir todo lo que tenga que ver con la Santa Madre Iglesia y sus vituperados clérigos. Porque asistimos al calvario de una fe y de sus predicadores revestida de una fiereza y crueldad que se suele reservar a la estigmatizada Santa Inquisición, mostrándonos así que la intolerancia no es privativa del Vaticano y sus satélites, sino que ha germinado en todos los pueblos de cualquier latitud, rescatando unos hechos brutales que nos muestran la barbarie del ser humano cuando se empeña en perseguir y aniquilar a los que considera diferentes o señalados.

Estamos ante una obra singular, quizás lastrada por un excesivo metraje (se podría o debería haber aligerado al menos en media hora su duración), que se detiene tanto en la aventura y desventura exterior de unos sacerdotes, como en su angustiada y torturada dimensión espiritual íntima, en su lucha entre pragmatismo y conciencia, atendiendo al conflicto personal e insondable entre la voluntad de servir y la necesidad de sobrevivir, a la pugna encarnizada entre hacer el bien y evitar el mal. Los cementerios están sembrados y regados de buenas intenciones. Y siempre queda la duda de si estamos en lo cierto, de si en verdad nuestro afán redentor tiene algún eco o nos tenemos que resignar a vivir con preguntas sin respuesta.

Primorosamente realizada, con una recreación de época subyugante y repleta de momentos mágicos sin parangón en la cinematografía comercial al uso, resulta un retablo tanto de lo mejor como de lo peor de la humanidad. Inquietante.
antonalva
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