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Voto de antonalva:
8
Thriller Madrid, agosto de 2007. Curro entra en prisión tras participar en el atraco a una joyería. Era el conductor, y el único detenido por el robo. Ocho años después sale de la cárcel con ganas de emprender una nueva vida junto a su novia Ana y su hijo, pero se encontrará con una situación inesperada y a un desconocido, José.
11 de septiembre de 2016
96 de 127 usuarios han encontrado esta crítica útil
Te han destrozado la vida. Te han quitado todo anhelo y tu única obsesión es la venganza. Tu existencia se reduce a la paciente e insípida espera del momento propicio para completar tu objetivo último: vengarte de quienes destrozaron tu mundo, tus planes de futuro y tu dicha. Nada de lo que hagas borrará el pasado, pero al menos habrás completado tu razón de ser y quizás encuentres la paz que unos delincuentes segaron en su codicia criminal. Quizás. Es el áspero y envenenado punto de partida de este seco y duro thriller sobre la muerte y el desencanto. La cinta adopta el punto de vista de su abatido protagonista, perro rabioso y malherido que habita un erial sin horizonte, un desierto desapacible y yermo donde sólo germina la ira.

El sobrio estilo recuerda al mejor Saura. Impacta el retrato inmisericorde y sin concesiones de las gentes que habitan este desolador mundo del hampa barriobajera y cutre que no piensan más que en sí mismos y que parecen carecer de cualquier empatía o compasión. Y la desilusión es contagiosa y tóxica, corroe las entrañas y trunca cualquier esperanza. Destaca sobre todo el dominio portentoso del tempo narrativo – en apariencia pausado, pero en realidad un volcán taimado a punto de estallar – y de la estética cochambrosa y mísera que no refleja sino la ruina moral que hiede a cada paso. Fondo y forma van así de la mano y configuran un relato acre e inhóspito que parece fruto de una maldición cañí. El laconismo como segunda piel. No hay indulgencia ni reparación. Sólo castigo.

La atmósfera enrarecida y el deliberado acabado sarmentoso y tosco tanto del ambiente rural como de las barriadas metropolitanas es muy meritorio; no parece una ópera prima sino que tiene la determinación, el empaque y la factura de un proyecto señero muy bien engarzado, repleto de originales hallazgos visuales, como si no tuviera ninguna duda de qué es lo que nos quiere contar ni cómo lo quiere llevar a cabo. El dominio del inexorable ritmo fatalista y de las ponzoñosas imbricaciones de cada uno de los personajes nos demuestran que Raúl Arévalo ha realizado un debut en la dirección memorable, lleno de garra, cólera e intención. Además obtiene de todo el elenco unas interpretaciones inmejorables. Se nota que ha sido cocinero antes que fraile.

Incluso el final abierto y nada complaciente ni efectista – que no hace sino recalcar y ahondar en la soledad intrínseca de las baldías almas quebradas de sus protagonistas – es un prodigio de concisión y talento. En resumen, una obra certera, impactante y muy recomendable.
antonalva
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