Hubiera estado coñón que esa fuera la verdadera razón de su nombre y, seguro que muchos lo hemos pensado al ver esa escena en la que la derretida Leonor, le inquiere acerca del por qué de su nombre... Bromas aparte, una película que basa toda su fuerza en las escenas eróticas y la tensión sexual entre sus atractivos protagonistas, no puede resultar buena. La trama es estúpida, increíble y, con un final más que predecible y patético. No hay verdadera complicidad con el espectador al que, se dirige únicamente hacia esas escenas de encuentro sexual que, desfondadn y anulan el resto del trabajo. Nada se explica o se detalla de manera que, realmente, sientas apego por las circunstancias de los personajes. Se sueltan cuatro datos, la mayoría tan por encima que, resulta realmente difícil comprender, valorar o disentir con ninguno de ellos. Ni los malos ni, los buenos te son cercanos por una u otra razón. Parece pasar de puntillas por el malvado empresario, la abnegada esposa, la tenaz jueza y, el gigoló tramposo. Personajes que pudieron ser expuestos al público se quedan en meros clichés de los que, casi todo lo adivinas o te supones pero; que finalmente lastran tanto las emociones que dejan de transmitirlas. Sólo te queda la duda sobre cómo se hará lo que ya sabes que se hará... Floja e impersonal, de manera que, lastimosamente para sus autores e intérpretes, lo más comentado será... lo guapos y estupendos que están estos dos desnudos, tan guapos y, tan perfectos. Una verdadera lástima para el cine, un placer para la vista. Poco más.