Todos hemos soñado con meternos o en nuestra película preferida, o en nuestra película soñada y me cuesta poco imaginarme a Edgar Wright hace 20 años, cuando era un chaval, viendose a si mismo huyendo de la poli a toda hostia al ritmo de temas como Bellbottoms de The Jon Spencer Blues Explotion, siendo el tipo de vida peligrosa pero gran corazón, que conoce a la chica de sus sueños, siendo el protagonista de un clásico del cine de atracos. Es esta fantasía sobre la que desarrollaba su película idílica.

Y es así, sin ir más lejos, como se inicia la cinta, con nuestro protagonista, interpretado en cuerpo por el joven Ansel Elgort y en alma por el propio Wright, esperando a que una panda de maleantes atraque un banco, con la canción a todo trapo en sus auriculares. Media hora después ya sabes todos los detalles que necesitas de la historia, lo demás es pura adrenalina y diversión.

Si bien es cierto que las virtudes técnicas de la película son notables, no obstante, Edgar Wright es un narrador habilidoso e ingenioso, lo que hace que Baby Driver sea ciertamente única es la mezcla de géneros con la que trabaja, combinando su pasión por la música con su pasión por el cine. De esta forma es como sus fantasías de juventud se van transformando de un “qué bien quedaría en una persecución con esta canción de fondo” hasta convertirse en un musical de acción, modificando las reglas del juego. Porque no se limita a hacernos participes de la adrenalina inofensiva de una película de atracos, si no que nos ofrece una nueva experiencia en términos de estilo que solo me sale comparar con esa ópera de fuego y gasolina que es Mad Max: Fury Road.

Esto es lo que justifica la entrada, porque su trama como tal no es diferencial, lo es la concepción de película que plantea Wright y de la que impregna cada escena. Es clave como nos mete en los oídos del protagonista, percibimos todo como lo hace el, lo cual está muy cuidado.

Otra de las grandes virtudes de la película es su carisma natural, es la segunda base sobre la que se sostiene. Wright ha dado muestras de impregnar a sus films de “molonismo” o “molanza” o como se traduzca la expresión "fucking cool" y las situaciones que nos presenta son hilarantes, es realmente divertida (el remix casero es maravilloso) y cuando requiere ser más transcendente tampoco falla, porque entre otras cosas es una película con alma.

Está claro, que contar con un reparto que cumple estos requisitos de forma más que holgada, con Kevin Spacy, Jon Hamm, Eiza González o Jamie Foxx, acompañando a la pareja protagonista, pues ayuda. Los personajes están muy bien definidos en todos los aspectos, y la relación entre el protagonista y la camarera interpretada por Lily James desprende química por todos lados.

En definitiva, Baby Driver es un ejercicio de dirección del más alto nivel técnico y también de la más profunda personalidad. Wright te hacerte sentir su pasión, tanto por el cine, como por la música, y te vas a divertir viendola porque él se divierte dirigiéndola. Esa es una gran sensación.

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