La película de Chuan es un retrato inmejorable de un episodio histórico poco tratado en el cine. Esta dejadez por parte tanto de los estudios de Hollywood como de las productoras europeas tiene su base en las nacionalidades de los contingentes: china y japonesa. Al principio, cuando estamos decidiendo qué título ver mientras esperamos en la cola de las entradas, "Ciudad de vida y muerte" puede parecer poco interesante por la frontera espacio-temporal de los hechos, pero, al visionar la películas te das cuenta de que los temas abordados son universales: violencia, amor, decadencia, masacre, exterminio y dolor.

El comienzo es un poco lento y no tiene demasiado interés, pero esto se termina pasados los primeros diez minutos. A partir de aquí las escenas de guerra inundan la pantalla sin dejar demasiadas concesiones ya que el ritmo de montaje es muy apropiado para relatar acontecimientos de estas características. Los efectos especiales utilizados son tan sólidos como contundentes y tienen la virtud de mostrar al espectador la realidad de la batalla sin exageraciones ni fantochadas. La brutalidad de las imágenes aumenta cuando la ciudad sitiada es contistada, por lo que la utilización del blanco y negro es muy apropiada para su visualización.

La película entra en una espiral de especial crueldad cuando los japoneses empiezan a utilizar sus medios para someter y eliminar a la población china. Las escasas escenas de amor sirven para, posteriormente, aumentar el desasosiego y terror, que llegan a su máximo climax en una escena que bebe descaradamente de El Pianista de Polansky.

La sensación de maldad y fanatismo humano está suavizada, por llamarlo de alguna manera, por pequeñas dosis de ternura y piedad, lo que aporta a la cinta de un ritmo emocional que no deja indiferenta al espectador, por lo que consigue la meta de toda película que se precie: hacer sentir "algo" al respetable.