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Ciudad de vida y muerte

Bélico. Drama Año 1937. Guerra chino-japonesa. En su avance por territorio chino, las tropas niponas llegan hasta Nanking, la capital, donde cometen toda clase de atrocidades. La historia sigue el destino de varios personajes, unos ficticios y otros reales. (FILMAFFINITY)
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Críticas 101
Críticas ordenadas por utilidad
22 de septiembre de 2009
130 de 139 usuarios han encontrado esta crítica útil
"City of Life and Death" es una obra lúcida, notablemente realizada por el director chino Chuan Lu, que ya sorprendiese hace unos años con "Mountain Patrol" y que ahora, cinco años más tarde, regresa por todo lo alto para narrar una de las mayores masacres de la historia de la humanidad, la sucedida en Nanking y que tuvo como protagonistas al pueblo chino y a los soldados japoneses, saldándose con más de 300.000 muertes a cargo de estos últimos. Chuan Lu aborda el tema desde el respeto máximo, presentando personajes de ambos bandos para ofrecer dos puntos de vista, buscar una (relativa) objetividad, sin acoplarse a las ideas ni chinas ni japonesas.

Con más de un paralelismo a la buena (pero sobrevalorada) "La lista de Schindler", Chuan Lu nos narra esta historia en un pulcro blanco y negro, 'en señal de respeto a las víctimas', según sus propias palabras, haciéndonos partícipes de una historia en la que se suceden todo tipo de barbaridades, desde violaciones hasta asesinatos a sangre fría. Poco a poco Chuan Lu va desarrollando a varios personajes que serán el eje de las diferentes subtramas, que terminan por colisionar en uno de los tramos finales más notables de la década, una montaña rusa de emociones que hace de la música su mejor aliada, una impresionante banda sonora que acompaña a las mejores escenas de un film que, pese a no ser perfecto y acusar ciertas carencias en un segundo visionado, se alza como una de las obras cumbres del género bélico de los últimos tiempos.

Y es una verdadera pena que una obra como ésta no vaya a ser descubierta por un mayor rango de personas, pues son éstas, y no gran parte de las películas que llegan a nuestra cartelera, las que consiguen que el cine se mantenga vivo. Una obra personal, que no esconde sus intenciones y que a pesar de caer por momentos en el academicismo tiene suficientes valores y señas personales como para ser recordada por todos los que puedan visionarla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Caith_Sith
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17 de diciembre de 2009
103 de 109 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con todas las posibilidades que concede un altísimo presupuesto, y a través de unas crudas imágenes en un magistral blanco y negro, engarzadas en un montaje que se me antoja ejemplar, el director Lu Chuan expone la masacre de Nanjing por parte del ejército japonés en 1937.

Aunque las primeras referencias, sobre todo a nivel formal, que a uno le vienen a la cabeza después del visionado sean "La lista de Schindler" o "Salvar al soldado Ryan", con el paso de los días advierto quizás un mayor paralelismo con obras como "El pianista" o la más antigua "Uno rojo: división de choque", en cuanto a una sequedad expositiva que se basta a sí misma para impresionar vivamente al espectador, sin necesidad de recurrir a determinados artificios, posiblemente de un carácter más efectista, simplista o incluso maniqueo.

Poco respiro da esta narración, inundada de horror hasta donde llega la capacidad más detestable del ser humano. Es ante todo un relato coral, que nos lleva al devenir de una serie de personajes, punteado por la mirada de un soldado japonés; una mirada, como la nuestra, cada vez más atónita ante el creciente afán de destrucción.

Probablemente, una de las características más notorias del mejor cine asiático de los últimos años (pensemos en Yimou, por ejemplo), y que lo diferencia de otras cinematografías, sea el rigor en la concepción del encuadre y la disposición de sus elementos, lo cual genera en el espectador una impresión de gran belleza estética. La película de Lu Chuan no es una excepción de esta tendencia. Y, aunque parezca paradójico —o quizás sea éste otro de los eternos enigmas del arte— esta belleza no entra en contradicción con los terribles hechos que se narran (algo similar, en otro sentido, ocurre en "La isla", de Kim Ki-duk, deslumbrante poema visual con masoquistas escenas de autolesiones).

El hermoso título, "Ciudad de vida y muerte", que diríase extraído de una novela rusa del siglo XIX, me parece completamente acertado en su síntesis del sentido del film. Mucha violencia y muerte hallamos en él, pero al mismo tiempo sobrevuela, exiguo pero incesante, como la llama de una vela que se resiste a desaparecer, el espíritu de la vida, de la esperanza, la solidaridad, el sacrificio. En este sentido, podemos destacar la aparición del alemán John Rabe, el llamado "Schindler de China", aunque quizás el ejemplo más contundente lo encontramos en el inmenso sacrificio de todas las mujeres que deciden prostituir sus cuerpos como única manera de evitar un puñado de muertes.

En la exaltación última de este profundo humanismo se halla, a mi juicio, la grandeza de la película, para mí una de las mejores del cine contemporáneo y una cima del bélico de todas las épocas (asumiendo que mi juicio sobre este género está sesgado por unos principios éticos que me llevan a rechazar las obras apologéticas, en favor de aquellas que denuncian la absurdidad y el sinsentido de la guerra).
Quim Casals
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8 de mayo de 2010
60 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Propagandística? Para nada, señores. Una guerra es una guerra y cuando un país invade a otro por puro afán expansionista y comete -por si fuera poco- las mil y una perrerías, ese país es el agresor. El infractor. El culpable. Así de claro. Contemplarlo de cualquier otro modo no tan sólo constituye un vil e infame ejercicio de miopía histórica sino que delata, además, intereses partidistas o ideológicos muy pero que muy peligrosos. ¿Significa esto que los japoneses son un pueblo muy malo y los chinos un pueblo muy bueno? Pues no, tampoco es eso. No, al menos, desde una perspectiva tan simplista, global y generalizadora. Pero lo que está claro es que Japón no consiguió anexionar a su imperio Corea, Formosa y Manchuria al son de “Pom, pom… ¿Quién es? Una rosa y un claveeel. Abre la murallaaa”. Ni mucho menos. Japón consiguió levantar su imperio -como toda metrópoli- gracias al poder de las armas. Y eso y mucho más es lo que describe espléndidamente “Ciudad de vida y muerte”. La ocupación de Nanking (por aquellos entonces capital de la China de Chang Kai Shek) por parte del ejército imperial nipón. Obviamente, con todos los daños colaterales (torturas, violaciones, ejecuciones masivas…) que de ello se derivan.

Pero más allá de cualquier propósito apologético o moralista que refleje o deje de reflejar “Ciudad de vida y muerte”, lo que resulta evidente es que su factura formal es irreprochable. Absolutamente irreprochable. Empezando por esa sobria y respetuosísima fotografía en b/n, continuando por esas logradísimas secuencias bélicas de su tramo inicial y acabando por un pulso narrativo que no pierde fuelle en ningún instante y que, sin necesidad de efectismos gratuitos de ningún tipo, consigue mantener vivo el interés y la emotividad de todo cuanto acontece hasta los títulos de crédito finales.

Merecidísimo ocho, pues, para una peli que constata a la perfección que sin caras conocidas -e incluso sin color- también es posible construir historias que consigan emocionar y que atraigan la atención del gran público. ¿Y cómo se consigue eso? Pues muy fácil: con sentido, sensibilidad… y oficio.
Taylor
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2 de octubre de 2009
37 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y se llevó el joven director Lu Chuan el premio a la mejor película. Finalmente Campanellos se tuvo que quedar con las ganas con su "El secreto de sus ojos", película que por cierto iré a verme esta misma semana.

Desde el punto de vista japonés la pelicula narra la "violación de Nanjing", capital china allá por 1938. Allí masacraron a más de 300.000 chinos e hicieron todo tipo de barbaridades...
La cinta tiene reminiscencias de La lista de Schindler, algo que no sorprende debido a que es la película favorita de su director.

Paralelamente a la línea principal del argumento, nos cuentan cómo el nazi John Rabe ayudó a unos 200.000 chinos. Por ello se le conoce como el "Oscar Schindler de China".
Así, es presentada en un gran angular en blanco y negro, permitiendo ver una mayor distancia de los escombros y cadáveres.

Respecto al ritmo de la película, tratándose de una china, se puede temer algo lento. Pero no. Bajo ningún concepto es aburrida. Nos ofrece unas impresionantes batallas y las atrocidades que cometieron los japoneses nos son mostradas crudamente. ¿Recordáis las imágenes de El Pianista en el que tiran a un anciano por la ventana con su silla de ruedas por no ponerse en pie? Pues en esa línea está la película.

Además se quería mostrar el lado humano de los soldados, algo que sin duda puedo decir que se ha logrado con creces. Se ve perfectamente lo que sufre el japonés protagonista y la vida frustrada que ha tenido.

Muy muy recomendada película bélica, que a mí, personalmente, me gustó incluso más que Salvar al soldado Ryan.
hellvader
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30 de agosto de 2010
31 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nada mejor para exponer la barbarie y el horror humano que mostrar los hechos acontecidos durante una guerra, sobre todo si lo narrado ocurrió realmente.
La película comienza con el acoso de los japoneses a Nanking, capital de China en 1937, y a continuación desarrolla toda la brutalidad que se cometió sobre sus habitantes chinos.

La mejor manera de narrar todo esto, para llamar la atención sobre la crueldad y la sinrazón humana, es hacerlo en forma realista, sin ahorrar detalles que muestren esa atrocidad. El problema de esta película es que antepone la estética a lo que narra, y todo el impacto de lo que se ve en las imágenes queda diluido por una planificación y un montaje que acaba siendo efectista por momentos en lugar de conciso y descarnado (tan lejos de Rossellini y sus “Roma, città aperta” y “Germania, anno zero”)
El guion no deja de ser algo confuso y los hechos no tienen una continuidad y una progresión. Se van aislando los momentos que el director pretender resaltar, para realizar escenas de alto impacto visual, pero acaba creando confusión en el espectador sobre la historia que cuenta.

La película está bien planificada y está muy conseguida en las escenas de lucha entre chinos y japoneses, cuando muestra las masas apiñadas y encerradas que poco a poco irán siendo masacradas y esa vulnerabilidad humillante de los vencidos ante los vencedores. La pena es que el efectismo se antepone en varios momentos de la película. Como ejemplo sirva la secuencia en que algunas de esas muchachas chinas que son obligadas a prostituirse, y que aparecen siempre medio vestidas, cuando sus cuerpos son arrojados a una carreta aparecen completamente desnudas. Así, apartándose de la lógica de la narración tal como era explicada, consigue que el impacto visual que nos produce la impúdica desnudez de esos cuerpos muertos sea más impactante.

Uno de los mejores momentos del film es cuando el director se olvida de florituras visuales y deja la cámara estática para que sean los hechos los que nos conmuevan en lugar de los encuadres y la planificación.
El fusilamiento de Mr. Tang (Wei Fan) es mostrado en un plano fijo. Recortado ante un montículo, el poste, donde acaban de fusilar a otros prisioneros, al fondo. Al prisionero tratan de vendarle los ojos a lo que se niega, le vuelven a poner las gafas, es llevado y atado a ese poste, el pelotón dispara, el tiro de gracia, el pelotón se retira y en primer término el oficial japonés lo contempla todo impasible. La desnudez de la escena, en una plácida mañana, muestra esa muerte injusta con todo su horror. Eso es suficiente, no son necesarios aderezos de planos para resaltar la crueldad de esa acción.

Película esforzada, realizada con ganas y emoción, algo confusa en el argumento, tan efectiva como a veces efectista y que consigue lo que pretende, aunque sea a costa de amanerar el conjunto.
Manu_el_Ruiz
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